Hace 99 años la Declaración Balfour marcó el comienzo de un proyecto colonial de proporciones trágicas
Al Jazeera
Traducido del inglés para Rebelión por J. M. |
El
político británico Lord Arthur Balfour señala una característica de la
Iglesia del Santo Sepulcro al gobernador Sir Ronald Storrs durante una
visita a Jerusalén, abril de 1925 [Getty]
Noviembre es un mes doloroso en el calendario palestino. Está marcado
de días conmemorativos que tienen un tema en común: la partición de
Palestina.
Hoy (2 del noviembre de 2016, N. del T) es el 99
aniversario de la declaración Balfour. Aunque no hablaba de partición,
se sembraron las semillas de la misma que finalmente permitieron que el
movimiento sionista asumiera Palestina.
El 15 de noviembre se
conmemora la Declaración de la Independencia de Palestina (promulgada
por el Consejo Nacional Palestino, CNP) que, de mala gana, era un
consentimiento nacional palestino, reacio a la partición, a pesar de la
injusticia y la criminalidad involucradas en un acto de este tipo.
Al final del mes, el día 29, conmemoramos la resolución nº 181 de la
Asamblea General de la ONU, que recomendó en 1947 la partición de
Palestina en dos estados.
Al poner en secuencia cronológica
correcta, podemos ver una línea directa entre la Declaración Balfour de
1917, la resolución de partición de la ONU de 1947 y el documento del
CNP de 1988. Vale la pena invertir nuestro tiempo en volver a leer las sabias palabras de Edward Said sobre la Declaración Balfour:
"Lo que es importante de la Declaración, en primer lugar, es que ha formado durante mucho tiempo la base jurídica de las reivindicaciones sionistas en Palestina, y en segundo lugar y más cruciales para nuestros propósitos aquí, es que era una declaración cuya fuerza posicional sólo puede ser apreciada cuando el grupo demográfico, o las presencias físicas de los palestinos, se comprenden con claridad. Mientras la Declaración se hizo (a) por una potencia europea (b) sobre un territorio no europeo (c) con una indiferencia total tanto de la presencia como de los deseos de la mayoría de los habitantes nativos de ese territorio, y (d) que conformó una promesa de este mismo territorio a otro grupo extranjero, acerca de que este grupo extranjero podría, literalmente, constituir dicho territorio como el hogar nacional para el pueblo judío".
De hecho era más que eso: permitió un
movimiento colonial, que apareció más tarde en la historia, para
concebir un proyecto exitoso incluso antes de poner concretamente un pie
en la tierra o haber tenido una presencia geográfica y demográfica
significativa allí.
"La lógica de la eliminación de los nativos"
La población nativa de Palestina estaba mucho mejor equipada que los
indios americanos o aborígenes para hacer frente al peligro del sionismo
cuando acababa de llegar.
También tenían mayor comprensión de
la autodeterminación y la nacionalidad que cualquiera de los otros
pueblos indígenas de ese momento.
La
Declaración Balfour es una carta escrita por el entonces ministro de
Asuntos Exteriores Arthur James Balfour confirmando el compromiso del
Reino Unido para establecer un Estado judío en Palestina [Al Jazeera ]
En 1917 los palestinos habitaban casi exclusivamente su tierra natal y
poseían la mayor parte de sus tierras. Sólo con la ayuda de las
bayonetas británicas podría el proyecto colonial del sionismo sobrevivir
en sus primeras etapas de las revueltas palestinas de 1920, 1921, 1929
y, en particular, de 1936.
El ejército británico empleó una
inmensa fuerza, que incluía la Real Fuerza Aérea, para sofocar el
levantamiento palestino de 1936, que duró tres años y terminó con la
eliminación británica en la dirección nacional palestina, tanto por los
asesinatos como por el exilio.
Este fue el principal legado del
proyecto Balfour: no tanto por la consagración de su texto sino por la
política que siguió y que condujo finalmente a la catástrofe de 1948.
Había funcionarios británicos en su país y en el terreno que tenían
dudas y reparos acerca de la alianza con el sionismo. Tenían algo que
decir cuando el Gobierno británico envió una Comisión Real de
investigación para estudiar los orígenes de la revuelta de 1936.
La comisión esperaba poder rectificar algunas de las injusticias
sugiriendo la partición entre los colonos y la población nativa.
La dirección sionista instó a los británicos a transferir a los
palestinos de cualquier área que fuera concedida a los colonos
sionistas, pero esto era algo que Londres se negó a hacer.
Sin
embargo, al legitimar la partición de Palestina como una "solución" con
el aval internacional, Gran Bretaña asoció claramente esta resolución
geográfica con el proyecto básico de cualquier movimiento colonial, que
tan brillantemente definiera el fallecido Patrick Wolfe como "la lógica
de la eliminación del nativo".
El mundo árabe apoyó el rechazo
palestino y esperaba en un primer momento cambiarlo por medios
diplomáticos. Cuando se hizo evidente durante los primeros meses de 1948
que la limpieza étnica de Palestina había comenzado en serio, la
opinión pública árabe demandó más de sus gobiernos.
Con
semejante bendición no era de extrañar que, a partir de ese momento, la
partición y la limpieza étnica fueran de la mano en el pensamiento y la
práctica sionistas.
Cuando el gabinete británico anunció su
decisión de abandonar Palestina a principios de febrero de 1947 y se
refirió al futuro del país ante la ONU, surgió la oportunidad histórica
de fundir una vez más la partición con la transferencia de la
población.
Esta vez la dirección sionista no buscó la
legitimidad internacional para la transferencia; venía implícita con la
partición. Se asumía correctamente que la partición, en particular dos
años después del Holocausto, se aceptaría internacionalmente como una
solución justa, moral y razonable.
Un crimen europeo
El natural rechazo palestino a la idea de repartir su tierra natal con
los colonos, la mayoría de los cuales sólo habían llegado unos pocos
años atrás, cayó en oídos occidentales sordos.
Instalar a los
judíos en Palestina, sin la necesidad de llegar a un acuerdo por lo que
Europa hizo con ellos en la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en la
salida más fácil del momento histórico más feo de Europa.
Como
es evidente hoy por los documentos, la dirección sionista consideraba la
resolución de la partición como la legitimación internacional de un
Estado judío en Palestina y el rechazo de Palestina como pretexto válido
para la limpieza étnica de la población nativa.
El mundo árabe
apoyó el rechazo palestino y esperaba en un primer momento a través de
medios diplomáticos cambiar la resolución. Cuando se hizo evidente
durante los primeros meses de 1948 que la limpieza étnica de Palestina
comenzaba en serio (a principios de mayo la mayoría de las ciudades
palestinas fueron despobladas y algunas arrasadas por completo por las
fuerzas sionistas), la opinión pública árabe exigió más de sus
gobiernos.
El colmo fue la matanza de Deir Yassin de abril de
1948. En sus principios, la Liga Árabe comenzó a coordinar una operación
militar a gran escala para detener la destrucción de Palestina.
No todos los líderes árabes estaban realmente interesados en este
objetivo y ninguno de ellos estuvo dispuesto a aportar una fuerza
militar significativa a la campaña.
El resultado fue una
derrota total por las fuerzas israelíes que continuaron, sin ningún
reproche o intervención internacional, la limpieza étnica de los
palestinos.
Ocupación
Dos áreas quedaron fuera
del alcance de Israel: la Franja de Gaza y Cisjordania. No porque Israel
careciera en ese momento de poder para ocuparlas, sino porque sus
líderes decidieron que Cisjordania era un pasivo demográfico y la Franja
de Gaza podría servir como un gran receptor de los cientos de miles de
refugiados que Israel empujó hacia el sur de Jaffa y Jerusalén.
Sin embargo, desde 1948, un grupo venía operando en Israel exigiendo la
ocupación de estos últimos restos de Palestina. La oportunidad llegó en
1967.
Poco después se hizo evidente que, al menos para algunos
de los israelíes, este no fue un hecho positivo. La ocupación de las
tierras de millones de palestinos resultó ser un inesperado dolor de
cabeza político y, por un tiempo, una carga financiera.
Surgió
entonces el campo de la paz israelí que nació con la voluntad de
controlar estas dos áreas desde fuera y que se les concediera la
autonomía. Y más tarde algunos miembros del movimiento estuvieron
dispuestos a llamar a estas áreas un Estado.
Al mismo tiempo los colonos, con y sin el beneplácito del Gobierno, comenzaron a ocupar Cisjordania y la Franja de Gaza.
Al igual que en 1936, y luego en 1987, un pueblo oprimido trató de
sacudirse el proyecto colonial. Esta vez hubo alguna reacción
internacional positiva que otorgó a la Organización de Liberación de
Palestina (OLP) la esperanza de impulsar la causa. Parecía que incluso
EE.UU, en la era posterior a la Guerra Fría, podría cambiar su
actitud.
La sustitución de presencia con la ausencia
La bendición americana vino con un precio: la exigencia de que la OLP
reconociera la partición de Palestina y aceptase la pérdida de casi el
80 % de la tierra natal.
La Declaración de Independencia navegó
entre el pragmatismo exigido y la lealtad a los principios morales y
básicos del movimiento de liberación. La partición fue reconocida como
un delito además de un hecho consumado.
A pesar de la injusticia histórica
hecha al pueblo árabe palestino con su desplazamiento y la privación
del derecho a la autodeterminación tras la adopción de la Resolución 181
de la Asamblea General (II) de 1947, que dividió a Palestina en un
estado árabe y un estado judío, esa resolución, sin embargo, sigue
estableciendo condiciones previas a la legitimidad internacional que
garanticen al pueblo árabe palestino el derecho a la soberanía y la
independencia nacional.
Esto podría haber funcionado si la
partición hubiera tenido una verdadera estrategia o visión del Estado
colonizador de Israel. Sin embargo la concesión total de exclusividad en
la propiedad demográfica y geográfica es un escenario impensable para
cualquier proyecto colonial. El objetivo es desplazar a los nativos y
sustituirlos. O como dijo muy bien Edward Said, la sustitución de la
presencia con la ausencia.
Desde la perspectiva
israelí/sionista, la partición sólo puede ser un medio para completar el
proyecto del colonialismo, nunca se puede utilizar para limitar o
abandonar el proyecto.
De este modo, la Declaración de
Independencia no afectó a la realidad sobre el terreno, así como tampoco
lo hicieron los siguientes intentos internacionales, regionales o
locales para revender la idea de la partición como una "solución de dos
estados".
El discurso sobre la partición continuó, mientras que
la realidad del colonialismo iba tapando casi cada pulgada de la
Palestina histórica.
Noviembre es un buen mes para reflexionar
sobre por qué la partición, que se describe en la jerga estadounidense
como la mejor manera de mantener felices a los vecinos, iguala a la
ocupación, la colonización y la limpieza étnica.
Las semillas
se sembraron en 1917, se cosecharon en 1947 y envenenan el país desde
entonces. Es el momento de adoptar un punto de vista moral y político
nuevo en esta historia en aras de un futuro mejor.
Ilan
Pappe es el director del Centro Europeo de Estudios Palestinos de la
Universidad de Exeter. Ha publicado 15 libros sobre Oriente Medio y
sobre la cuestión de Palestina.
Esta
traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su
integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente
de la traducción.