sábado, 15 de julio de 2017

Por qué Palestina sigue siendo el problema



Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Cuando fui como un joven reportero por primera vez a Palestina en la década de 1969 me alojé en un kibutz. Las personas a las que conocí eran personas trabajadoras, llenas de energía y se llamaban a sí mismas socialistas. Me gustaron.
Una noche durante la cena les pregunté por las siluetas de personas que se veían a lo lejos, más allá de nuestro perímetro.
“Árabes”, dijeron, “nómadas”, casi escupiendo las palabras. Dijeron que Israel, refiriéndose a Palestina, había sido prácticamente una tierra baldía y que una de las grandes hazañas de la empresa sionista era lograr que verdeciera el desierto.
Pusieron el ejemplo de su cosecha de naranjas jaffa que se exportaba al resto del mundo, un triunfo frente a los caprichos de la naturaleza y la negligencia de la humanidad.
Era la primera mentira. La mayor parte los naranjales y de los viñedos pertenecían a palestinos que habían labrado la tierra y exportado naranjas y uvas a Europa desde el siglo XVIII. Los anteriores habitantes de la antigua ciudad palestina de Jaffa llamaban a la ciudad “el lugar de las naranjas tristes”.
En el kibutz nunca se usaba la palabra “palestino”. Pregunté por qué. La respuesta fue un silencio problemático.
En todo el mundo colonizado quienes nunca logran ocultar el hecho, y el crimen, de vivir en una tierra robada temen la verdadera soberanía de los pueblos originarios.
Como saben demasiado bien las personas judías, el siguiente paso es negar su condición humana a las personas. A eso sigue de forma tan lógica como la violencia el destruir la dignidad, la cultura y el orgullo de las personas.
En Ramala tras la invasión de Cisjordania por el difunto Ariel Sharon en 2002 caminé por calles llenas de coches destrozados y casas demolidas hasta el Centro Cultural Palestino. Los soldados israelíes habían acampado ahí hasta aquella mañana.
Me recibió la directora del centro, la novelista Liana Badr, cuyos manuscritos originales yacían desparramados y destruidos por el suelo. Los soldados se habían llevado el disco duro que contenía sus obras de ficción y una biblioteca de obras de teatro y poesía. Casi todo estaba destrozado y mancillado.
No había sobrevivido un solo libro con todas sus páginas, ni una sola grabación original de una de las mejores colecciones de cine palestino.
Los soldados habían orinado y defecado en el suelo, en los escritorios, los bordados y las obras de arte. Habían embadurnado dibujos infantiles con heces y escrito (con mierda ) “Nacido para matar”.
Liana Badr tenía lágrimas en los ojos pero la cabeza bien alta. “Lo reconstruiremos otra vez”, dijo.
Lo que enfurece a quienes colonizan y ocupan, roban y oprimen, destrozan y mancillan es la negativa de las víctimas a doblegarse . Y este es el tributo que todos debemos rendir a los palestinos. Se niegan a doblegarse . Siguen adelante. Esperan, hasta que luchan otra vez . Y lo hacen aun cuando quienes los gobiernan colaboran con sus opresores.
En medio del bombardeo israelí de 2014 sobre Gaza el periodista palestino Mohammed Omer nunca dejó de informar. Tanto él como su familia se vieron afectados, hacían cola para conseguir agua y comida, y lo acarreaban entre los escombros. Cuando le llamé por teléfono podía oír las bombas tras la puerta. Se negó a doblegarse.
Los reportajes de Mohammed, ilustrados por sus gráficas fotografías, fueron un modelo de periodismo profesional que puso en evidencia la complaciente y cobarde manera de informar de los llamados medios dominantes de Gran Bretaña y Estados Unidos. Personas como Mohamed Omer ponen en evidencia cada día la idea que tiene la BBC de objetividad (dar eco a los mitos y mentiras de la autoridad, una práctica de la que está orgullosa).
Durante más de 40 años he documentado la negativa de los palentinos a doblegarse ante sus opresores: Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Europea.
Desde 2008 solo Gran Bretaña ha concedido a Israel licencias de exportación de armas y misiles, drones y rifles de francotiradores por valor de 434 millones de libras.
Quienes han resistido a esto sin armas, quienes se han negado a doblegarse son algunos de los palestinos que he tenido el privilegio de conocer:
Mi amigo el difunto Mohammed Jarella, que trabajó sin descanso para la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), me enseñó por primera vez en 1967 un campo de refugiados palestinos. Era un día muy duro de invierno y los niños en edad escolar temblaban de frío. “Un día …”, decía. “Un día …”
Mustafa Barghouti, cuya elocuencia permanece incólume y que me describió la tolerancia que existía en Palestina entre judíos, musulmanes y cristianos hasta que, como me dijo, “los sionistas quisieron un Estado a expensas de los palestinos”.
La dra. Mona El-Farra, una médica de Gaza, cuya pasión era conseguir dinero para hacer operaciones de cirugía plástica a los niños desfigurados por las balas y la metralla israelíes. Las bombas israelíes arrasaron su hospital en 2014.
El dr. Khalid Dahlan, psiquiatra, cuyas clínicas infantiles en Gaza —niños que casi se habían vuelto locos por la violencia israelí— eran oasis de civilización.
Fátima y Nasser son una pareja cuya casa se alzaba en un pueblo cerca de Jerusalén calificado como “Zona A y B”, lo que significa que la tierra fue calificada como solo para judíos. Sus padres habían vivido ahí. Sus abuelos habían vivido ahí. Hoy los buldózeres allanan carreteras solo para judíos, protegidos por leyes solo para judíos.
Era más de media noche cuando Fátima se puso de parto de su segundo hijo. El bebé era prematuro y cuando llegaron al checkpoint desde el que se veía el hospital el joven soldado israelí les dijo que necesitaban otro documento.
Fátima tenía una fuerte hemorragia. El soldado se rió e imitó sus gemidos, y les dijo “vayánse a casa”. El niño nació ahí en un camión. Estaba azul de frío y enseguida murió de frío al no recibir cuidados. Se llamaba Sultán.
Estas serán historias familiares para los palestinos. La pregunta es por qué no lo son en Londres y Washington, Bruselas y Sidney.
Gran Bretaña y Estados Unidos está financiado generosamente una causa liberal reciente en Siria -una causa de George Clooney-, aunque sus beneficiarios, los llamados rebeldes, están dominados por yihadistas fanáticos, producto de la invasión de Afganistán e Iraq, y de la destrucción de la Libia moderna.
Y, sin embargo, no se reconocen la ocupación y la resistencia más largas de los tiempos modernos. Cuando de pronto las Naciones Unidas se conmueven y califican a Israel de Estado de apartheid, como sucedió este año, eso provoca indignación, no contra el Estado cuyo “propósito principal” es el racismo, sino contra una comisión de las Naciones Unidas que osó romper el silencio.
“Palestina”, afirmó Nelson Mandela, “es el mayor problema moral de nuestro tiempo”.
¿Por qué se oculta esta verdad día tras día, mes tras mes, año tras año?
En Israel – el Estado de apartheid, culpable de un crimen contra la humanidad y de haber violado el derecho internacional más que cualquier otro Estado– el silencio persiste entre aquellas personas que saben y cuyo trabajo consiste en mantener las cosas como están.
En Israel gran parte del periodismo está intimidado y controlado por un pensamiento colectivo que exige silencio sobre Palestina, mientras que el periodismo honrado se ha convertido en disidencia: una clandestinidad metafórica.
Una sola palabra –“conflicto”– permite este silencio. “El conflicto árabo-israelí”, recitan los robots en sus apuntadores electrónicos. Cuando un veterano periodista de la BBC, un hombre que conoce la verdad, se refiere a “dos relatos” la contorsión moral es total.
No existe un conflicto, ni dos relatos, con su respaldo moral. Existe una ocupación militar impuesta por una potencia nuclear apoyada por la mayor potencia militar del planeta y existe una injusticia descomunal.
Se puede prohibir la palabra “ocupación”, borrar del diccionario. Pero no se puede prohibir el recuerdo de la verdad histórica: de la sistemática expulsión de palestinos de su patria. Los israelíes lo llamaron “Plan D” en 1948.
El historiador israelí Benny Morris describe cómo uno de sus generales preguntó a David Ben-Gurion, el primero en ocupar el cargo de primer ministro de Israel: “¿Qué haremos con los árabes?”. El primer ministro, escribió Morris, “hizo un gesto despectivo y enérgico con la mano. “¡Expulsarlos!”, dijo.
Setenta años después este crimen se ha suprimido de la cultura intelectual y política de Occidente. O es discutible o simplemente controvertido. Periodistas con abultados sueldos aceptan entusiasmados viajes pagados por Israel, su hospitalidad y sus halagos, y después protestan enérgicamente defendiendo su independencia. Ellos acuñaron el término “tontos útiles”.
En 2011 me asombró la facilidad con la que uno de los escritores británicos más aclamados, Ian McEwan, un hombre bruñido por los destellos de la ilustración burguesa, aceptó el Premio Jerusalén de literatura en el Estado de apartheid.
¿Habría ido McEwan a Sun City en la Sudáfrica del apartheid? Ahí también concedían premios, con todos los gastos pagados. McEwan justificó su acción con palabras ambiguas acerca de la independencia de la “sociedad civil”.
La propaganda (del tipo de la que ofreció McEwan, con su toquecito de atención en las muñecas de sus encantados anfitriones) es un arma para los opresores de Palestina. Al igual que el azúcar insinúa prácticamente todo hoy en día.
Comprender y deconstruir la propaganda estatal y cultural es nuestra tarea más importante. Se nos está obligando a entrar en una segunda Guerra Fría cuyo objetivo final es someter y balcanizar a Rusia, e intimidar a China.
Cuando Donald Trump y Vladimir Putin hablaron en privado durante más de dos horas en la Cumbre del G20 en Hamburgo, al parecer acerca de la necesidad de no emprender la guerra el uno contra el otro, los detractores más vociferantes fueron quienes han liderado el liberalismo, como el escritor político sionista de The Guardian: No es de extrañar que Putin sonriera en Hamburgo. Sabe que ha conseguido su principal objetivo: ha hecho a Estados Unidos débil otra vez”, escribió Jonathan Freedland. Que empiecen los abucheos al Malvado Vlad.
Estos propagandistas nunca han conocido la guerra, pero aman el juego imperial de la guerra. Lo que Ian McEwan denomina” sociedad civil” se ha convertido en una rica fuente de propaganda afín.
Tomemos un término que los guardianes de la sociedad civil utilizan con frecuencia, “derechos humanos”. Como otro concepto noble, “democracia”, el concepto de “derechos humanos” ha sido casi vaciado de su significado y propósito.
Como el “proceso de paz” y la “hoja de ruta”, los derechos humanos en Palestina han sido secuestrados por los gobiernos occidentales y las ONG corporativas que ellos financian y que reivindican una quijotesca autoridad moral.
Así que cuando los gobiernos y ONG piden a Israel que “respete los derechos humanos” en Palestina, no ocurre nada porque todos ellos saben que no hay nada que temer, nada va a cambiar.
Destaca el silencio de la Unión Europea, que complace a Israel mientras este se niega a cumplir su compromisos con el pueblo de Gaza, como mantener abierta la cuerda de salvamento que es el paso fronterizo de Rafah, una medida a la que accedió como parte de su papel en el acuerdo de alto el fuego en su ataque de 2014. Se ha abandonado el puerto marítimo de Gaza, acordado por Bruselas en 2014.
La comisión de las Naciones Unidas que mencioné antes (su nombre completo es Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental) describió a Israel como, y cito, “diseñado para servir al propósito principal” de la discriminación racial.
Millones de personas lo entienden. Lo que los gobiernos de Londres, Washington, Bruselas y Tel Aviv no pueden controlar es que la humanidad de a pie está cambiando como quizás que nunca lo haya hecho antes.
La gente se está moviendo en todas partes y, en mi opinión, es más consciente que nunca. Algunas personas ya están en una revuelta abierta. La atrocidad de la Torre Grenfell en Londres ha hecho que las comunidades se unan en una vehemente resistencia que es casi nacional.
Gracias a una campaña popular el poder judicial está hoy examinando las pruebas de un posible juicio a Tony Blair por crímenes de guerra. Aunque fracase, es un acontecimiento fundamental que echa abajo otra barrera más entre el público y su reconocimiento de la voraz naturaleza de los crímenes del poder estatal, el desprecio sistemático por la humanidad perpetrado en Iraq, en la Torre Grenfell, en Palestina. Estos son los puntos que están a la espera de que se unan.
Durante la mayor parte del siglo XXI el fraude del poder corporativo presentado como la democracia ha dependido de la propaganda de distracción, se ha basado en gran parte en un culto al “yoísmo” diseñado para desorientar nuestro sentido de mirar hacia los demás, de actuar juntos, de justicia social y de internacionalismo.
La clase, el género y la raza fueron separados. Lo personal se convirtió en lo político y los medios en el mensaje. La promoción del privilegio burgués fue presentada como una política “progresista”. No lo era. Nunca lo es. Es la promoción del privilegio y del poder.
El internacionalismo ha encontrado una vasta audiencia entre los jóvenes. Vean el apoyo a Jeremy Corbyn y la recepción que recibió el circo del G20 en Hamburgo. Al entender la verdad y los imperativos del internacionalismo, y al rechazar el colonialismo entendemos la lucha de Palestina.
Mandela lo dijo de esta manera: “Sabemos demasiado bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos”.
En el centro de Oriente Próximo está la injusticia histórica en Palestina. Hasta que se resuelva y los palestinos tenga su libertad y su patria, e israelíes y palestinos sean iguales ante la ley no habrá paz en la zona o quizá en ninguna parte.
Lo que Mandela decía es que la propia libertad es precaria mientras unos gobiernos poderosos puedan negar la justicia a otros, aterrorizar a otros, encarcelar y asesinar a otros en nuestro nombre. Sin lugar a dudas Israel comprende la amenaza de que un día esto pueda tener que ser normal.
Por eso su embajador en Gran Bretaña es Mark Regev, bien conocido de los periodistas como propagandista profesional y por eso se permitió el “enorme engaño” de las acusaciones de antisemitismo, como lo llamó Ilan Pappé, para crispar al Partido Laborista y minar a Jeremy Corbyn como líder. Lo importante es que no lo consiguió.
Los acontecimientos se suceden rápidamente ahora. La notable campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) está teniendo éxito día tras día; ciudades y pueblos, sindicatos y organismos juveniles se están adhiriendo a la campaña. El intento del gobierno británico de impedir a los ayuntamientos aplicar el BDS ha fracasado en los tribunales.
Esto no son indicios. Cuando los palestinos se vuelvan a alzar, como se alzarán, puede que no tengan éxito al principio, pero lo tendrán finalmente si nosotros entendemos que ellos son nosotros y que nosotros somos ellos.

Este artículo es una versión abreviada del discurso de John Pilger en la Exposición Palestina de Londres el 8 de julio de 2017. Se puede ver aquí el documental de John Pilger Palestine Is Still the Issue [Palestina sigue siendo el problema] 

Fuente: http://www.counterpunch.org/2017/07/11/why-palestine-is-still-the-issue/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

martes, 11 de julio de 2017

¿Por qué innumerables fotos y películas palestinas están enterradas en archivos israelíes?



Ofer Aderet
Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Abd al-Qadir al-Husayni estudia mapas con sus ayudantes, entre ellos Kassim Rimawi. Guardias del cuerpo y otros combatientes están detrás de ellos. Sin fecha. Chalil Rissas (Rassass)

Fotos y películas palestinas incautadas por las tropas israelíes han estado acumulando polvo en el ejército y archivos del Ministerio de Defensa hasta que la doctora Rona Sela, restauradora e historiadora del arte, las expuso. Dice que el material presenta una alternativa a la historia sionista que negaba la existencia de los palestinos aquí.

La reacción inicial es de incredulidad: ¿Por qué se almacena este material en dependencias del ejército de Israel y en el Ministerio de Defensa? El primer elemento está marcado, en hebreo, “La historia de Palestina desde 1919”, el segundo “pinturas de los niños que van a la escuela, viven en un campo de refugiados y aspiran a volver a Palestina”. El tercero es “Descripción del maltrato del ejército israelí a los palestinos en los territorios“.

Entre todos los lugares, estos tres rollos de película de 16 mm que documentan las actividades militares y de seguridad de Israel están almacenados en el archivo central, situado en Tel Hashomer, cerca de Centro Nacional de Reclutamiento del ejército, en las afueras de Tel Aviv.

Estas tres piezas son apenas una gota en un océano de unas 38.000 películas, 2,7 millones de fotografías, 96.000 grabaciones de audio y 46.000 mapas y fotografías aéreas que han sido recogidas en el archivo del ejército desde 1948 por orden del primer ministro y ministro de Defensa de Israel David Ben Gurion. Sin embargo una lectura más detallada muestra que esta particular “gota en el océano” es subversiva, excepcional y altamente significativa.

El material en cuestión es parte de una colección -cuyo tamaño exacto y los detalles siguen siendo desconocidos- de películas “botín de guerra” incautadas por el ejército israelí de los archivos palestinos en redadas en los últimos años, aunque principalmente en la Guerra del Líbano de 1982.

Sin embargo recientemente y después de una batalla legal persistente y prolongada, las películas confiscadas en el Líbano, que habían estado acumulando polvo durante décadas -en lugar de ser proyectadas en filmotecas u otros lugares de Israel- han sido rescatadas del olvido junto con numerosas fotos fijas. La persona responsable de este acontecimiento es la doctora Rona Sela, restauradora e investigadora de historia visual de la Universidad de Tel Aviv.

Rona Sela. Sharon Bareket. “Saqueados y ocultos, archivos palestinos en Israel”. Un cartel de la película

Durante casi 20 años Sela ha estado explorando la memoria visual sionista y palestina. Tiene una serie de revelaciones y descubrimientos importantes en su haber, que se han publicado en forma de libros, catálogos y artículos. Entre los títulos en idioma hebreo están “Fotografía en Palestina / Eretz-Israel en los años 30 y 40” (2000) y “Hecho público: Las fotografías palestinas en archivos militares de Israel’ (2009). En marzo se publicó un artículo en English-language periodical Social Semiotics “La genealogía borrón del saqueo - Control de Archivos de Israel sobre los palestinos”.

Ahora Sela ha hecho su primera película, “Saqueados y ocultos, archivos palestinos en Israel”, un documental en inglés que examina el destino de fotografías y películas palestinas que fueron “capturadas” y depositadas en archivos israelíes. Incluye segmentos hasta ahora no vistos de películas incautadas por el ejército israelí de los archivos palestinos en Beirut. Estos registros documentales, dice Sela, “fueron borrados de la conciencia y de la historia” desde hace décadas.

Conseguir acceso a las películas no fue fácil, explica Sela. Su viaje por los archivos comenzó en 1998, cuando estaba investigando películas de propaganda sionistas y fotos que pretendían retratar el “nuevo judío” -musculoso, orgulloso de labrar la tierra- en contraposición -según la percepción sionista- de la figura supuestamente tosca de los árabes palestinos.

“Después de pasar unos años en el Archivo Central sionista en Jerusalén y en otros archivos sionistas, investigando la historia de la fotografía sionista y la construcción de un aparato de propaganda visual que apoya la idea sionista, empecé a buscar la representación visual palestina también, para aprender sobre la narrativa palestina y rastrear sus orígenes y la influencia“, dice la doctora.

Esa tarea era mucho más complicada de lo que nadie podría haber imaginado. En algunas de las películas y fotografías sionistas Sela pudo discernir, a veces incidentalmente, episodios de la historia palestina que fueron “infiltrados”, como dice ella. Por ejemplo, en Carmel Newsreels (tomas de prensa semanal proyectadas en los cines locales) de 1951, que muestran la colonización de los judíos en Jaffa, donde se ve bien claramente la demolición de casas árabes abandonadas.

Posteriormente Sela vio huellas y restos de un verdadero archivo palestino visual que aparecía ocasionalmente en los archivos israelíes. Esas huellas no fueron evidentes de inmediato, parecía un tesoro difícil de alcanzar, oculto aquí y allá bajo capas de restricciones, borrones y revisiones.

Un día se dio cuenta de que en el archivo de la milicia preestatal Haganah había imágenes fijas que llevan el sello de “Foto Rissas”. Buscando más profundamente descubrió la historia de Chalil Rissas (Khalil Rassass, 1926-1974), uno de los padres del fotoperiodismo palestino. Es desconocido para el público en general, tanto para los palestinos como para Israel, pero según Sela era un “audaz e innovador fotógrafo” que, motivado por un sentido de conciencia nacional documentó la lucha palestina antes de 1948.

Posteriormente se encontró con cientos de sus fotografías, acompañadas de leyendas escritas por soldados o personal del archivo de Israel que habían tratado de imponer una narrativa sionista con esas leyendas y desconectarlas de su contexto original. El propietario de las fotografías era un joven judío que las recibió de su padre, un oficial del ejército israelí que las trajo consigo como botín de la Guerra de la Independencia.

Una marcha en King George Boulevard (ahora Jerusalén Boulevard) en Jaffa. La foto sin fecha (probablemente tomada a principios de 1948) fue obtenida de la oficina de Al-Haj Ibrahim, de Haifa. Fotógrafo desconocido, archivo oficial del ejército de Israel del libro 'Hecho Público'


Obras olvidadas


El descubrimiento no tiene precedentes. En contraste con las imágenes de propaganda sionistas que exaltaban el heroísmo de las tropas judías y apenas hacen referencia a los palestinos, las fotografías de Rissas eran principalmente de combatientes palestinos, incorporan una postura palestina orgullosa, se centraron en la lucha nacional y militar y sus resultados, incluyendo el entrenamiento militar de los palestinos y el despliegue para la batalla.

“Me di cuenta de que había encontrado algo significativo, un enorme escondite de obras de uno de los padres de la fotografía palestina que había sido el primero en dar expresión visual a la lucha palestina”, recuerda Sela. “Pero cuando traté de aprender más acerca de Chalil Rissas, entendí que era un fotógrafo olvidado, que nadie sabía nada de él, ni en Israel ni en otro lugar”.

Acto seguido Sela decidió estudiar el tema por sí misma. En 1999 rastreó al hermano de Rissas, Wahib, que trabajaba como fotógrafo de turistas en el Monte del Templo / Haram a-Sharif en la ciudad vieja de Jerusalén. Él le contó la historia de la vida de Chalil. Resultó que había acompañado a las tropas y a los líderes palestinos, documentando visualmente las batallas libradas por los residentes de la zona de Jerusalén durante la Guerra de Independencia de 1948. “Era un hombre joven que eligió la cámara como instrumento para cambiar la conciencia de la gente”, dice Sela.

Alrededor de 2007 se descubrió el archivo de otro fotógrafo palestino olvidado, Ali Za'arur (1900-1972), del pueblo Azzariyeh, al este de Jerusalén. Cerca de 400 de sus fotos fueron preservadas en cuatro discos. También representan escenas de la guerra de 1948, en la que Za'arur acompañó a las fuerzas de la Legión Árabe de Jordania y documentó la batalla por la ciudad vieja de Jerusalén. Fotografió a los muertos, las ruinas, los cautivos, los refugiados y los acontecimientos del alto el fuego.

En la Guerra de los Seis Días de 1967, Za'arur huyó de su casa por un corto tiempo. Cuando regresó, descubrió que los álbumes de fotos habían desaparecido. Se supo que un pariente los había dado al alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, como un regalo. Después la Fundación Jerusalén los donó al archivo del ejército. En 2008, en un acto sin precedentes, el archivo devolvió los álbumes a la familia de Za'arur. La razón, presume Sela, es que los discos fueron capturados por el ejército en la batalla. En cualquier caso esto fue, hasta donde se sabe, un caso único.

Sela se animó a partir de los descubrimientos que había hecho y al darse cuenta de que “con un trabajo sistemático sería posible descubrir más archivos palestinos que terminaron en manos israelíes”.

Ese trabajo fue triple: la investigación de archivos para localizar fotografías y películas palestinas que habían sido incorporadas a archivos israelíes; mantener reuniones con los mismos fotógrafos palestinos o miembros de sus familias y localizar a los soldados israelíes que habían tomado parte en el “aprovechamiento de estos despojos visuales” y traerlos a Israel.

En el curso de su investigación, Sela se reunió con algunas personas fascinantes, entre ellas Khadijeh Habashneh, una cineasta palestina residente en Jordania que encabezó el archivo y la cinemateca del Instituto de Cine palestino. Esa institución, que existió desde finales de la década de 1960 hasta principios de los 80, inicialmente en Jordania y luego en el Líbano, fue fundada por tres cineastas palestinos pioneros -Sulafa Jadallah, Hani Jawhariyyeh y Mustafa Abu Ali (esposo de Habashneh)- que buscaban documentar la forma de vida y la lucha nacional de su pueblo. Tras los acontecimientos de Septiembre Negro en 1970, cuando el ejército jordano y la OLP se enfrentaron en una guerra intestina sangrienta, los realizadores se trasladaron a Líbano y restablecieron el ICP en Beirut.

En un encuentro con Habashneh en Amman en 2013 Sela escuchó la historia de los archivos palestinos que desaparecieron, una historia que incluye en su nuevo documental. “¿Por dónde empezar cuando fue destruido tanto material, cuando un proyecto de vida se viene abajo?”, dijo Habashneh a Sela. “Todavía puedo ver a esos jóvenes pioneros, valientes, imbuidos de ideales, revolucionarios, que crearon imágenes y películas documentando la revolución palestina que el mundo no quiere ver. Se negaron a dejarlos sin rostro y sin identidad“.

El archivo de Habashneh contenía obras olvidadas que documentaban el sufrimiento de los palestinos en los campos de refugiados, la resistencia a Israel y las batallas contra el ejército israelí, así como la vida cotidiana. El archivo contenía las películas y la materia prima de los realizadores del ICP, pero también recogió otras películas palestinas anteriores, tanto de antes como de después de 1948.

Un campo de refugiados junto al mar, de las películas saqueadas por el ejército israelí en Beirut en los años 80.

Una escuela en un campo de refugiados, de las películas saqueadas por el ejército israelí en Beirut en los años 80.

Esta actividad refleja “un espíritu de liberación y de revuelta en los días de la revolución”, dice Habashneh en la película de Sela, en referencia a los primeros años del movimiento nacional palestino. Ese espíritu fue capturado en fotografías clandestinas y con un presupuesto mínimo, en una película que se desarrolló en las cocinas de las personas, proyectada en tiendas de campaña en campos de refugiados y distribuidas en el extranjero. Se documentaron mujeres, niños, combatientes, intelectuales y personalidades de la cultura, amén de eventos de importancia histórica, relató Habashneh. “Por lo que se sabe este fue el primer archivo visual oficial palestino”, señala Sela.

En su conversación con Sela, Habashneh recordó con nostalgia otros mejores tiempos, cuando las películas palestinas fueron seleccionadas en una cinemateca de Beirut junto a otras obras con un “espíritu revolucionario”, de Cuba, Chile, Vietnam y otros lugares. “Estábamos en contacto con realizadores de otros países que vieron la cámara como un instrumento en las manos de la revolución y la lucha del pueblo”, recordó.

 
Un campo de refugiados fangoso, de las películas saqueadas por el ejército israelí en Beirut en los años 80.


“Una interesante cooperación cultural se llevó a cabo en estas zonas, centrada alrededor del cine revolucionario”, señala Sela y agrega “Beirut estaba viva, con un innovador florecimiento cultural sin precedentes, y era absolutamente sorprendente en términos de su importancia visual”.

Pero en 1982, después de que el ejército israelí entrara en Beirut, ese archivo desapareció y nunca se volvió a ver. La misma suerte corrieron dos películas realizadas por la misma Habashneh, una sobre los niños y la otra sobre las mujeres. En el documental de Sela, Habashneh pregunta en voz alta acerca de las circunstancias en las que la increíble colección desapareció. “¿Es nuestro destino vivir una vida sin pasado? ¿Sin una historia visual?”, se pregunta. Desde entonces ha logrado reconstruir una pequeña parte del archivo. Algunas de las películas se presentaron en los Estados Unidos, donde se enviaron para revelarlas. Las copias de algunas otras permanecieron en las salas de cine de varios países en los que fueron seleccionadas. Ahora, a los 70 años, Habashneh continúa su misión, a pesar de que, como le dijo a Sela durante una conversación temprana, “el destino del archivo sigue siendo un enigma”.

“Ellos nos marcaron”


Lo que Habashneh no fue capaz de lograr en un comienzo en 1982 como parte de una búsqueda en todo el mundo, Sela logró hacerlo en el transcurso de unos pocos años de investigación en Israel. Empezó por la localización de un ex-soldado del ejército que le informó acerca del día en que llegaron varios camiones al edificio en Beirut que albergaba una serie de archivos palestinos y comenzó a vaciarlo. Ese testimonio, con el apoyo de una fotografía, era crucial para Sela, ya que corroboró los rumores e historias sobre que los archivos palestinos se llevaron a Israel.

El mismo soldado añadió que se llenó de miedo cuando vio, entre las fotos que fueron confiscadas del archivo, algunas que documentaron soldados israelíes en los territorios. Él mismo aparecía en una de ellas. “Nos marcaron”, dijo a Sela.

Otro ex-soldado habló a Sela de un álbum de fotos inusual que fue obtenido de la casa de la prominente familia Nashashibi en Jerusalén, en 1948. El soldado añadió que su padre, que había servido como oficial del ejército en la Guerra de la Independencia, entró en un estudio fotográfico y se hizo con su archivo, mientras otros soldados estaban ocupados saqueando pianos y otros objetos de valor de la familia Nashashibis. Otro ex-soldado declaró haber tomado una foto del cadáver de un árabe. Con el tiempo todas estas imágenes encontraron su camino en los archivos en Israel, en particular, en el archivo del ejército.

En 2000 Sela, impulsada por sus primeros hallazgos, solicitó permiso de ese archivo para investigar los materiales visuales que habían sido tomados por el ejército en la década de 1980. La respuesta inicial fue negativa: el material no estaba en manos de Israel, le dijeron.

“Pero yo sabía lo que estaba buscando, porque tenía testimonios de los soldados”, dice ahora, añadiendo que cuando ella persistió en su solicitud se encontró con “dificultades, diversas restricciones y el boicoteo de las posibilidades de examinar el material”.

Texto elaborado en la película 'Memorias y Fuego' (director: Ismail Shammout). De las películas saqueadas por el ejército israelí en Beirut en los años 80.


El avance se produjo cuando se solicitó la ayuda de los abogados Michael Sfard y Shlomi Zacharia, en 2008. Para empezar recibieron la noticia, confirmada por el asesor legal del Ministerio de Defensa, de que varios de los botines tomados en Beirut eran ahora parte del archivo del ejército. Sin embargo se informó a Sela posteriormente de que el “archivo fotográfico de la OLP”, como se refiere el Ministerio de Defensa en general a materiales fotográficos tomados de los palestinos, es “material de archivo en materia de asuntos exteriores y de seguridad y como tal es 'material restringido' definido en el artículo 7 (a) del Reglamento de Archivos”.

Así las cosas, un día de 2010 Sela recibe un fax que le informaba de que las películas palestinas se habían encontrado en el archivo del ejército, sin entrar en detalles, e invitándola a verlas. “Había unas pocas docenas de segmentos de películas y yo estaba sorprendida por lo que vi”, dice. “Al principio me mostró sólo una cantidad muy limitada de material de archivo, pero era indicativo de la totalidad. Sobre la base de mi experiencia comprendí que había algo más“.

Pasaron unos pocos años más de lo que Sela llama de “persistencia sin fin, conversaciones y correspondencia” y durante los cuales estuvo autorizada a ver docenas de segmentos de películas adicionales, incluyendo algunos que aparentemente provenían del archivo de Habashneh. Sela también descubrió otro archivo palestino que había sido arrebatado por el ejército israelí. Establecido bajo los auspicios de la Sección Cultural de Artes de la OLP, su director en la década de 1970 fue el pintor e historiador nacido en Lod, Ismail Shammout (1930-2006).

Una de las obras de esa colección es la propia película de Shammout, “La Llamada urgente”, cuyo tema principal fue escrito e interpretado en inglés por la cantante palestina Zainab Shathat, acompañándose con la guitarra. “La película se creía perdida hasta que la encontré en el archivo del ejército, dice Sela, que describe “La Llamada urgente” como “un grito por la situación de Palestina, sus hijos y sus hijas”. Mirándola hace retroceder en el tiempo a finales de 1960 y principios de los 70, cuando el cine documentando la lucha palestina conectaba brevemente con otros movimientos revolucionarios de cine internacionales.

Por ejemplo en 1969 y 1970, Jean-Luc Godard, el legendario director de cine de la nueva ola francesa del cine, visitó Jordania y el Líbano varias veces con el Grupo de Dziga Vertov de cineastas franceses (llamado así por el documentalista pionero soviético de los años 1920 y 30). En el grupo estaba el realizador Jean-Pierre Gorin, que trabajó con Godard en su período “radical”. Llegaron a grabar imágenes en campos de refugiados y en las bases de los fedayines para la película de Godard “Hasta la Victoria”. Habashneh dijo a Sela que ella y otros se habían reunido con Godard, le asistieron y por supuesto fueron influenciados por su trabajo.

Junto con “La Llamada urgente” - extractos que están incluidos en su documental “Saqueados y Ocultos”- Sela también encontró otro trabajo de Shammout en el archivo del ejército, titulado “Fuego y Memorias”, que narra la historia palestina del siglo XX, “de los días que describen la vida idílica en Palestina, a través de la documentación de refugiados, de la documentación de la organización y la resistencia. Para utilizar los términos del estudioso del cine palestino y director de cine George Khleifi, el luchador agresivo tomó el lugar del refugiado desdichado“, añade.

Sela también encontró material de archivo del director iraquí Kais al-Zubaidi, que trabajó durante un tiempo en la Sección Cultural de Artes de la OLP. Sus películas de ese período incluyen “Lejos de Casa” (1969) y “The Visit” (1970); en 2006 publicó una antología, “Palestina en el Cine”, una historia sobre el tema, que menciona unas 800 películas que tienen que ver con Palestina o el pueblo palestino.

Algunas de las películas palestinas del Archivo del ejército llevan sus títulos originales. Sin embargo, en muchos otros casos, este material de archivo fue re-catalogado para adaptarse a la perspectiva israelí, de manera que los palestinos “combatientes” se convirtieron en “bandas” o “terroristas”, por ejemplo. En un caso una película sobre el entrenamiento con armas está catalogada como “campamento terrorista en Kuwait: distribución de los uniformes, las niñas que se arrastran con las armas, los terroristas que marchan con las armas en las colinas, instrucción en armas e instalación de minas”.

Sela: “Estas películas e imágenes fijas, aunque no están hechas por cineastas judíos/israelíes o unidades militares -que es el criterio central para el depósito de materiales en el archivo del ejército israelí- fueron transferidas al archivo del ejército y sometidas a las reglas del Estado de Israel El archivo de inmediato las selló durante muchas décadas y las catalogó según su terminología -que es sionista, judía e israelí- y no de acuerdo con la terminología palestina original. Vi algunas donde se escribió la palabra 'terroristas' en las fotografías tomadas por los palestinos. Pero después de todo, ellos no se llaman a sí mismos como tales. Es parte de camuflaje terminológico, que subordina su trabajo creativo al proceso colonial en el que el ocupante controla el material que ha capturado.

Los descubrimientos de Sela, que son de importancia internacional, no son sólo una investigación, documentación y logro académico. También constituyen un gran avance en lo que se refiere a la crónica de la historia palestina. “La historiografía visual palestina carece de muchos capítulos”, observa. “Muchas fotografías y archivos fueron destruidos, se perdieron, tomados como botín y despojados en las diversas guerras y en el curso del conflicto palestino-israelí”.

Desde su punto de vista, la recogida sistemática de materiales visuales palestinos en el archivo del ejército “hace que sea posible escribir una historia alternativa que contrarresta el contenido creado por el ejército y el archivo militar, impulsado por consideraciones ideológicas y políticas”. En el material que se encuentra en el archivo del ejército se ven “imágenes que representan la historia del pueblo palestino y sus lazos de larga data con este suelo y este lugar, que presentan una alternativa a la historia sionista que negaba la existencia de los palestinos aquí, así como su cultura, su historia y la prolongada tragedia que soportaron y su lucha nacional de muchos años“.

El resultado es una paradoja intrigante, como es frecuente encontrar cavando profundamente en un archivo. La extensa información que Sela encontró en el archivo del ejército hace que sea posible la reconstrucción de la existencia de los palestinos anterior a 1948 y ayuda a rellenar los agujeros de la narrativa palestina hasta la década de 1980. En otras palabras, incluso si la intención de Israel era ocultar estos elementos y controlar los tesoros históricos de los palestinos, sus acciones en realidad ayudan al proceso de conservación y lo seguirán haciendo en el futuro.

La investigación de Sela de los materiales de archivo visuales fue precedida por otro estudio pionero -de las palabras escritas- realizado por el doctor Gish Amit, un experto en los aspectos culturales del sionismo en la Universidad Ben Gurion del Negev. Amit hizo un registro del destino de los libros palestinos y de las bibliotecas que, al igual que las fotografías y las películas que Sela encontró, terminaron en archivos israelíes, incluyendo la Biblioteca Nacional de Jerusalén.

En su libro de 2014, “Ex-Libris: Chronicles of Theft, Preservation, and Appropriating at the Jewish National Library” (en hebreo), Amit analiza mordazmente el fracaso -condenado de antemano- de cualquier intento de ocultar y controlar la historia de los demás. Según él “un archivo se acuerda de sus olvidos y borrones”, “documenta la injusticia y por lo tanto hace que sea posible trazar sus caminos” y “allana el camino para historias olvidadas que pueden, algún día, condenar a los propietarios” de los documentos.

 La matanza de Tel al-Zaatar. Fotograma de la película saqueada por el ejército israelí en Beirut en los años 80, titulada 'palestinos: derecho a la vida' (1978), dirigida por Kopalin Vladimi y conservada en el archivo de la institución cinematográfica palestina. Cortesía de Net-Film


Sin embargo Amit también ve la complejidad de esta historia y presenta otro lado de la misma. Al describir la operación en la que los libros palestinos fueron recogidos por soldados israelíes y el personal de la Biblioteca Nacional durante la Guerra de la Independencia, se plantea la posibilidad de que esto era en realidad un acto de rescate, preservación y accesibilidad: “Por un lado se recogieron los libros, no se quemaron ni fueron abandonados en las casas vaciadas de los barrios árabes que quedaron deshabitados. Si no se hubieran recogido su destino habría sido sellado sin dejar rastro de ellos“, escribe, y agrega que la Biblioteca Nacional “protegió los libros de la guerra, el saqueo y la destrucción y del comercio ilegal de manuscritos.

De acuerdo con la Biblioteca Nacional, hay alrededor de 6.500 libros y manuscritos archivados que fueron tomados de viviendas particulares cuyos propietarios dejaron en 1948. La colección completa está catalogada y accesible al público en general, pero la responsabilidad es de la entidad depositaria Custodio de la Propiedad de los Ausentes en el Ministerio de Finanzas. Por lo tanto no hay intención, en un futuro próximo, de tratar de localizar a los propietarios para la devolución de los artículos.

Sela considera la existencia de estos despojos de la guerra en Israel como una expresión directa de la ocupación, que define, más allá de la presencia física de Israel en los territorios, como “el control de la historia, la escritura de la cultura y la formación de la identidad”. A su juicio, “el gobierno de Israel sobre los palestinos no es sólo geográfico, sino que también se extiende a la cultura y la conciencia. Israel quiere borrar esta historia de la conciencia pública, pero no está teniendo éxito, ya que la fuerza de la resistencia es más fuerte. Por otra parte sus intentos de borrar la historia palestina afecta adversamente el propio final de Israel“.

En este punto Sela recurre a una comparación íntima para ilustrar que los materiales visuales contribuyen a la creación de la identidad personal y colectiva. “Como hija de sobrevivientes del Holocausto,” dice, “Crecí en un hogar sin memoria histórica fotográfica. Nada. Mi historia comienza sólo con la unión de mis padres, en 1953. Es sólo a partir de entonces que tenemos fotos. Antes de eso, nada.

“Yo sé lo que se siente cuando no se tiene ni idea de cómo se veían su abuela o abuelo, o la infancia de su padre”, continúa. “Esto es tanto más cierto en la historia de todo un pueblo. La construcción de la identidad por medio de materiales visuales es muy significativa. Muchos investigadores han abordado este tema. El hecho es que las instituciones sionistas hicieron y continúan haciendo un uso extensivo y racional de tales materiales [también] en un período que se extiende por décadas“.

Sela admite que todavía hay mucho por hacer, pero en lo que a ella respecta, una vez que apareció una grieta en la pared no hay vuelta atrás. “Hay una gran cantidad de material, incluyendo cientos de películas, que todavía no he llegado a ver”, señala. “Este es un tesoro increíble, que contiene información sobre la vida cultural, educativa, rural y urbana del pueblo palestino en todo el siglo XX, una narrativa borrada que necesita ser incluida en los libros de historia”, añade.

Cuando le preguntaron qué piensa que se debe hacer con el material, afirmó: “Por supuesto que tiene que ser devuelto. Así como Israel está constantemente luchando para recuperar lo que los nazis obtuvieron de los judíos en el Holocausto. La historia es diferente, pero por el mismo criterio, practica lo que predica. Estos son materiales culturales e históricos del pueblo palestino“.

El hecho de que estos artículos estén retenidos por Israel “crea un gran agujero en la investigación y el conocimiento palestino”, confirma Sela. “Es un hoyo del que Israel es responsable. Este material no nos pertenece. Tiene que ser devuelto a sus propietarios. Después, si lo vemos de forma inteligente, nosotros también podemos llegar a conocer y comprender capítulos altamente significativos en la historia palestina y en nuestra propia historia. Creo que la primera y fundamental etapa en el proceso de reconciliación es conocer la historia del Otro y también la propia historia de control del Otro“.

La respuesta del ministerio de Defensa

Un portavoz del ministerio de Defensa -cuando se le pidió que comentara sobre las posesiones del archivo del ejército- dijo que el archivo contiene 642 “películas botín de guerra”, la mayoría de las cuales trata de los refugiados y fueron producidas por la UNRWA (la agencia de las Naciones Unidas de ayuda a los refugiados) en los años 1960 y 1970. El ministerio también señaló que 158 películas que fueron capturadas por el ejército israelí en la Guerra del Líbano de 1982, que se enumeran en la forma ordenada en el catálogo de la sala de lectura y están disponibles para su lectura por el público en general, incluidos los ciudadanos árabes y palestinos.

En cuanto a las fotografías palestinas que fueron confiscadas el Ministerio de Defensa indicó que no existe un registro ordenado de ellas. Hay 127 archivos de fotografías y negativos, cada uno de los cuales contiene docenas de fotografías, probablemente tomadas entre los años 1960 y 1980, sobre una variedad de temas, incluyendo las visitas de delegaciones extranjeras para el personal de la OLP, visitas de delegaciones de la OLP en el extranjero, arte palestino y su patrimonio, objetos de arte, vestimenta tradicional y popular palestina, fábricas y talleres, demostraciones, desfiles y manifestaciones masivas en poder de la OLP, retratos de personalidades árabes y los símbolos de la OLP.

El comunicado añade que hace unos meses se localizaron cajas que fueron selladas por sus dueños originales, “el Departamento de Información y Orientación Nacional y el Departamento de Información y Cultura de la OLP”, durante la evacuación de los archivos de los almacenes en la base Tzrifín.

Un pre-estreno de la película de Rona Sela “Looted and Hidden – Palestinian Archives in Israel” se llevó a cabo el 3 de julio en el Centro de Arte Contemporáneo, de Tel Aviv, seguido de un diálogo con la directora y Sabri Jiryis, exdirector del Centro de Investigación de Palestina, en Beirut, del cual también el ejército israelí confiscó material.

Ofer Aderet, corresponsal de Haaretz


Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

sábado, 8 de julio de 2017

Cómo los generales israelíes prepararon la conquista mucho antes de 1967



50 años de “la guerra de los seis días 

 Sylvain Cypel 

22.06.2017



 
Según la propia confesión de sus generales, Israel no estaba amenazado de destrucción en junio de 1967, sino que, además, el estado mayor del ejército había preparado desde hacía mucho su plan de conquista de Cisjordania, Jerusalén, Gaza, Sinaí y el Golán. E impuso este plan mediante un cuasi golpe de Estado contra el primer ministro Levi Eshkol y los miembros de su gobierno aún dubitativos a la hora de desencadenar las hostilidades.
Dos días después del final de la guerra de junio de 1967, el primer ministro israelí, el laborista Levi Eshkol, declaraba: “La existencia de Israel pendía de un hilo. Pero las esperanzas de los dirigentes árabes de aniquilarle han sido aniquiladas” 1/. Esta tesis -la de que Israel estaba amenazado de desaparición, y con él su población- había estado en el origen de la “guerra preventiva” que acababa de realizar Israel contra sus vecinos árabes. Una vez evaporada la afirmación inicial de los israelíes pretextando que los egipcios habían emprendido las hostilidades, la tesis de la “amenaza existencial” se convirtió en el argumento político y diplomático constante de Israel para justificar su ataque.
Sin embargo, cinco años más tarde, una serie de generales israelíes iban a contradecir vigorosa y públicamente esta afirmación. El exjefe del Estado mayor adjunto Ezer Weizman disparaba el primero: “La hipótesis del exterminio no fue nunca contemplada en ninguna reunión seria” (Haaretz, 29/03/1972), aseguraba quien sería más tarde Presidente del Estado de Israel. Cuatro días después, le tocaba a Chaim Herzog, exjefe de información militar y también futuro presidente, declarar: “No había ningún peligro de aniquilación. El cuartel general israelí jamás creyó algo así” (Maariv, 4/04/1972). En fin, el propio jefe de Estado mayor, el general Haim Bar-Lev, sucesor en el puesto de Yitzhak Rabin, remachaba “No estábamos amenazados de genocidio en vísperas de la guerra de los seis días, y no pensamos jamás en tal posibilidad” (Ibid.).
El general Matti Peled, jefe de la logística, iba a resumir de forma radical la opinión de esos generales: “Pretender que las fuerzas egipcias concentradas en la frontera eran capaces de amenazar la existencia de Israel constituye un insulto no solo a la inteligencia de cualquier persona capaz de analizar este tipo de situación, sino ante todo un insulto al ejército israelí”. Y añadía: “Todas esas historias sobre el enorme peligro que corríamos (…) no fueron jamás tomadas en consideración en nuestros cálculos antes de las hostilidades 2/. Cuando estos generales dicen “nosotros”, o “nuestros cálculos”, se refieren, por supuesto, al estado mayor.
Ciertamente, estas declaraciones datan de 1972, una época en la que emborrachado por su masiva y fulgurante victoria de 1967, el ejército israelí se siente invencible. Los generales que las expresan han podido dulcificar parcialmente el ambiente que reinaba entre ellos cinco años antes. Ocultan por ejemplo que Yitzhak Rabin temía la posibilidad de “varias decenas de miles de muertos” 3/
israelíes en caso de guerra. No obstante, expresan una verdad fundamental. Antes de junio de 1967, casi todos los generales israelíes manifestaban una confianza casi absoluta en su futura victoria. Además, no eran los únicos. John Hadden, director de la sección de la CIA en Tel-Aviv, juzgaba que en caso de guerra con sus vecinos, Israel vencería “en seis o diez días, estaba seguro de ello” 4/
, según escribe el historiador Tom Segev. La CIA había informado de ello a Washington, y esta certeza influyó en gran medida en el acuerdo final que dio el presidente americano Lyndon Johnson al ataque israelí, tras haber manifestado durante mucho tiempo grandes reticencias a la puesta en marcha de una “guerra preventiva”.

“Ampliar las fronteras de Israel”
El motivo por el que los generales israelíes estaban tan seguros de sí mismos es objeto de un capítulo entero de The Six -Day War (Yale University Press, 2017), un reciente libro del historiador israelí Guy Laron. Cuando en 1972 esos generales levantaron el velo sobre sus motivaciones reales para desencadenar la guerra, quien entonces era el jefe del ejército del aire, el general Mordechai Hod -cuyas fuerzas habían aniquilado a las aviaciones egipcia, siria y jordana en apenas más de una hora de la mañana del 5 de junio de 1967- declaró: “Durante diez y seis años, planificamos lo que ocurrió durante esos 80 minutos iniciales. Vivíamos con ese plan, dormíamos con él, comíamos con él. No se dejó de perfeccionar” 5/. Es esta preparación minuciosa y sus motivaciones lo que expone Laron. El título del capítulo que consagra al tema no tiene ninguna ambigüedad: se titula “Ampliar las fronteras de Israel” 6/.
En trece densas páginas, el historiador detalla cómo, casi desde el día siguiente del fin de la guerra de 1948, el estado mayor israelí preparó de forma minuciosa la extensión de las fronteras de Israel. Cuando llega al poder en 1963, el primer ministro Levi Eshkol se reune con el jefe del estado mayor, Tsvi Tsour, que le explica que han que reforzar la capacidad militar del país de forma que, en la ineluctable próxima guerra con sus vecinos, Israel sea capaz de “conquistar el Sinaí, Cisjordania y el Sur de Líbano” 7/. Su adjunto Yitzhak Rabin lo confirma. Ezer Weizman, jefe del ejército del aire, lo dice de forma más altiva aún: “Para su seguridad, el ejército deberá ampliar las fronteras, corresponda o no al planteamiento del gobierno”. El mismo Weizman, cercano al partido Herout, promotor histórico del Gran Israel, sugiere entonces al gobierno “pensar seriamente en lanzar una guerra preventiva” ¡en los próximos cinco años! Otro general, Yeshayahou Gavish, previene de que si el rey Hussein de Jordania fuera derrocado, Israel debería apoderarse inmediatamente de Cisjordania.
Eshkol quedó sorprendido aunque, en realidad, esos oficiales “no hacían más que reiterar conceptos formulados desde los años 1950”, explica Laron. Y multiplica los ejemplos. Todos los círculos del estado mayor desde hacía quince años habían sido educados en la idea de que las fronteras del Estado, tal como habían resultado del armisticio firmado en 1949 con los ejércitos árabes, eran “indefendibles”. Desde 1950, el departamento de planificación del ejército se dedicaba por tanto a trabajar en la puesta en pie de otras fronteras, más seguras. Tres “barreras físicas” fueron señaladas entonces: el Jordán frente a Jordania, los altos del Golán frente a Siria y el río Litani en el Sur de Líbano. Estas tres barreras eran percibidas por los militares como constitutivas de, según su expresión, “el espacio vital estratégico” del país. Un documento de 1953 les añade el Sinaí, para asegurar a Israel recursos petroleros y minerales.
En 1955, un año antes de la operación de Suez realizada por los franceses y los británicos 8/
, el jefe de estado mayor Moshé Dayan explicaba que Israel no tendría ninguna dificultad para encontrar un pretexto para lanzar un ataque contra Egipto. “Debemos estar preparados para conquistar Gaza y la zona desmilitarizada [el Sinaí] hasta el estrecho de Tiran. Pero debemos pensar en un plan de tres fases. La segunda será alcanzar el canal de Suez y la tercera El Cairo. Desarrollar o no las tres fases dependerá de los objetivos de la guerra”. En cuanto a Jordania, su plan evocaba “dos fases: la primera será alcanzar la línea de Hebrón, la segunda conquistar el resto hasta el Jordán”.

En fin, añadía, “Líbano no es más que nuestra última prioridad, pero se puede llegar hasta el Litani. Y en Siria, el Golán constituye una primera línea a alcanzar, la segunda sería Damasco”. En 1960, Yitzhak Rabin, convertido en general, redacta un memorándum detallado sobre la forma de hacer evolucionar al ejército a fin de conquistar nuevos territorios en una próxima guerra. En abril de 1963, cuando estallan disturbios en Jordania, Dayan entonces ministro de agricultura y el viceministro de defensa Shimon Peres indican al primer ministro David Ben Gurion que un derrocamiento del rey hachemita “proporcionaría un pretexto” a Israel para conquistar Cisjordania.
Un plan largamente madurado
Este estado de espíritu -el de conquistar nuevos territorios para ampliar las fronteras y en particular “terminar el trabajo” no acabado por la guerra de 1948, es decir, en particular apoderarse de Cisjordania y de la banda de Gaza- no es solo objeto de planes de conquista militares. Éstos van acompañados de una preparación política del día siguiente de las conquistas, mostrando que Israel, incluso a la salida de una guerra que se suponía estrictamente “defensiva”, no consideraba privarse de sus beneficios. Así, cuatro años antes de la guerra “preventiva” de junio de 1967, el fiscal general del ejército israelí Meir Shamgar (futuro presidente del Tribunal Supremo de 1983 a 1995) recibía la orden de comenzar a poner a punto un código jurídico que Israel aplicaría en caso de conquista de nuevos territorios. Se dieron cursos sobre la jurisdicción militar en territorio conquistado a los alumnos oficiales y a los oficiales de la reserva del ejército israelí desde el verano de 1963, según informa Laron. En diciembre de 1963, el jefe de estado mayor asignó al general Herzog a la cabeza de una unidad especial destinada a preparar una ocupación de Cisjordania 9/. A partir de entonces, indica Laron, la Escuela Superior de Estudios Militares israelí incluye en sus cursos la administración militar de las poblaciones de territorios conquistados, y fue imprimido un folleto en este sentido para los futuros responsables de tal actividad. “Numerosas copias de este folleto fueron incorporadas al kit que los jueces y fiscales militares deberían recibir en cuanto comenzara la ocupación”, escribe Laron.
Sin embargo, antes de junio de 1967, la idea de la extensión de las fronteras parecía permanecer confinada en Israel a dos corrientes políticas muy identificadas. De una parte la derecha nacionalista, que no renunciaba a su sueño de Gran Israel “en las dos orillas del Jordán”, del otro la fracción activista del movimiento laborista en el plano territorial, llamada Ahdut Haavoda (Unidad laborista), que no había aceptado nunca la partición de Palestina. Las dos corrientes eran minoritarias. En cuanto a los gobiernos israelíes, a dominante laborista, éstos se dividían tradicionalmente entre “halcones” y “palomas” respecto al espacio árabe vecino. El primer ministro David Ben Gurión constituía en su seno la figura del árbitro halcón, pero pragmático. En cambio, lo que muestra Laron, es que la idea de “recuperar” por la fuerza los territorios de Palestina no conquistados en1948 y más generalmente de “ampliar” las fronteras de Israel estaba presente, a nivel del estado mayor, de forma constante, entre 1948 y 1967 1/
. Por otra parte, es interesante señalar que en el estado mayor, tradicionalmente, el sector Ahdut Haavoda del laborismo estaba sobrerrepresentado. Entre ellos, en bromas, los generales israelíes llamaban a los viejos políticos sionistas “los judíos”, término que simbolizaba a sus ojos la “debilidad” congénita de quienes han mantenido la mentalidad miedosa de la diáspora. A cambio, esos políticos denominaban a los jóvenes generales como “los prusianos”…

Un “putsch a la israelí”
Ciertamente, los servicios de planificación de un estado mayor están hechos para responder a todas las situaciones imaginables, de las más evidentes a las más improbables. Pero la constancia de los planes de conquista israelíes, su lógica y su mejora permanente -el hecho, por ejemplo, de que los dispositivos para evacuar a las poblaciones de Cisjordania y del Golán (en autobús y camiones) estuvieron instantáneamente disponibles en junio de 1967 -muestran sin duda que, como diría el general Hod, el estado mayor había vivido, comido y dormido casi dos decenios con este plan de ampliación de las fronteras “sin dejar nunca de perfeccionarlo”. Es indudablemente con este plan en la cabeza como por todas partes, los generales israelíes comenzaron -sobre todo a partir del 23 de mayo de 1967, fecha del anuncio del cierre por Egipto del estrecho de Tiran, considerado por Israel como un casus belli -a ejercer una presión creciente sobre el gobierno y el primer ministro para que autorizase el lanzamiento de una guerra preventiva.
Estas presiones, durante los doce días que precedieron al ataque israelí, han sido luego ampliamente documentadas. El estado mayor, Rabin a la cabeza, asegura que si Israel no reacciona, su “capacidad de disuasión 11/ sufrirá por ello. Convencido de la victoria, el general Ariel Sharon señala al gobierno que no puede desaprovechar una “ocasión histórica” de aumentar el tamaño del país. El general Yigal Alon, miembro del gobierno y jefe del Ahdut Haavoda, propone “inventar un pretexto” para atacar. Frente a las reticencias de Eshkol, que quiere asegurarse un apoyo americano, el general Weizman le llega a exigir públicamente el 1 de junio: ¡Eshkol! Da la orden de comenzar la guerra! (…) Tenemos un ejército fuerte que no espera más que una orden tuya. Danos la orden de ir al combate y venceremos”. El general Hod asesta el golpe de gracia: asegura que cuanto más rápidamente actuemos, menos pérdidas tendremos. El 2 de junio, Eshkol capitula frente a lo que Laron llama “un putsch muy a la israelí”.
Menahem Begin, jefe de los ultranacionalistas, entra en el gobierno. Y Moshé Dayan, el más ferviente partidario de una guerra inmediata, también. Éste afirma inmediatamente: “En dos días, estaremos en el canal” (de Suez). En cuatro, los generales están también en Jerusalén y en el Jordán, en seis en el Golán. Una foto estará pronto en todas las portadas del mundo entero: la de Dayan, en uniforme, y Rabin, acompañados del general Ouzi Narkiss, entrando en el casco antiguo árabe de Jerusalén. “Era la guerra de los generales, y ellos la habían ganado”, concluye Guy Laron 12/. Fueron recompensados por ello: de 1966 a 197, la parte del presupuesto asignada a la defensa comparada con el PIB israelí se cuadruplica, pasando del 6,4% al 24,7%…
http://orientxxi.info/magazine/comment-les-generaux-israeliens-ont-prepare-la-conquete,1892
13/06/2017
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
1/ Citado por Amnon Kapeliouk, “Israël était-il réellement menacé d’extermination ?”, Le Monde, 3/6/1972.
2/ Amnon Kapeliouk, op. cit.
3/ Conversación con el ministro del partido sionista-religioso Zerah Warhaftig en Tom Segev, 1967, Denoël, 2007, p. 320.
4/ Ibid, p. 285.
5/ Haaretz, 29/03/1972
6/ Guy Laron, op. cit., p. 105-117. Todos los catos y citas siguientes han sido sacadas de estas páginas.
7/ En 1967 (p. 200), Segev indica que Tsour había sugerido lanzar estas conquistas si “se presentaba la ocasión”.
8/ Israel, el Reino Unido y Francia se habían puesto de acuerdo en recuperar mediante una intervención militar el canal de Suez nacionalizado por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y posiblemente derrocarlo. Esta operación fracasó.
9/ Herzog se convertirá en 1967 en el primer gobernador militar de Cisjordania.
10/
Laron estima más en general que la guerra de 1967 fue, tanto en Israel como del lado árabe impuesta por el escalón militar al poder político.

11/
Las citas de este apartado son de Tom Segev, op.cit. p. 273 a 373.

12/
Op. cit. p. 296