martes, 23 de mayo de 2017

Las escuelas israelíes ayudan a sabotear las perspectivas de paz



Jonathancook.net

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.


Un alarde del estilo de la política comunitaria israelí ante una audiencia de cientos de jóvenes escolares fue capturado en video la semana pasada. ¿Eran niños de 10 años a los que se les ofrece consejos de seguridad vial, consejos sobre qué hacer si se perdieron o cómo informar de alguien sospechoso que pasa alrededor de la escuela?
No. En Israel, se hacen las cosas de manera diferente. El vídeo muestra a cuatro oficiales en una puesta en escena de un simulacro de operación antiterrorista en un parque cerca de Tel Aviv. El equipo hacía rugir sus motos y disparaba sus fusiles sobre el “terrorista”.
Mientras el “terrorista” yacía gravemente herido, los agentes vaciaban sus cargadores sobre él desde corta distancia. En Israel se conoce esta acción como “confirmar la matanza”. En cualquier otro lugar se llama ejecución extrajudicial o asesinato. Podía oírse a los niños aplaudiendo.
Fue un incómodo recordatorio de una ejecución casi idéntica capturada en un video el año pasado. A un médico joven del ejército, Elor Azaria, se le ve disparando una bala a la cabeza de un palestino incapacitado en Hebrón. En febrero un tribunal militar lo condenó a 18 meses por homicidio.
Ha habido pocas señales de introspección desde entonces. La mayoría de los israelíes, incluidos los funcionarios públicos, llaman héroe a Azaria. En la reciente fiesta religiosa de Purim, vestirse como Azaria era uno de los disfraces favoritos entre los niños.
Hay muchas pruebas de que los servicios de seguridad de Israel todavía están ejecutando regularmente a palestinos.
El grupo de derechos humanos israelí B'Tselem denunció la semana pasada el asesinato de una joven estudiante de 16 años de Jerusalén, Fatima Hjeiji, con una lluvia de balas. Se quedó paralizada en el lugar después de sacar un cuchillo a cierta distancia de un puesto de control policial. No representaba una amenaza, concluyó B'Tselem, y no tenían por qué asesinarla.
La policía no se arrepintió de la ejecución, que calificó de “una experiencia positiva” de demostración para los jóvenes. No fue un caso excepcional.
Este mes, en las comunidades de todo Israel, el ejército celebró el Día de la Independencia de Israel poniendo sus “atracciones” habituales -tanques, cañones y granadas- para que los niños jugasen con ellas mientras las familias observaban a los perros del ejército buscando más “terroristas”.
Mientras tanto, en un asentamiento de Cisjordania, el ejército pintó brazos y piernas de jóvenes con heridas de metralla. Un líquido ilustraba la sangre goteando convincentemente de maniquíes con extremidades amputadas. El ejército dijo que el evento era un modelo del que “muchas familias disfrutaron”.
El propósito de exponer a los niños de una edad impresionable a tanta sangre derramada y al asesinato no es difícil de adivinar. Se crían niños traumatizados, desconfiados y temerosos de cualquier persona de fuera de su tribu. De esta manera se convierten en soldados más flexibles, de gatillo fácil, ya que gobiernan sobre los palestinos en los territorios ocupados.
Algunos educadores han comenzado a percibir que son cómplices de este abuso emocional y mental.
El día de la conmemoración del Holocausto, recordado en las escuelas israelíes el mes pasado, evita en gran medida mensajes universales, como el de reconocer la humanidad de los demás y luchar por los oprimidos. En vez de eso a los alumnos de las escuelas, incluso a los de solo tres años, se les dice que el Holocausto sirve como advertencia para estar siempre alerta, que Israel y su ejército fuerte son los únicos que impiden otro genocidio perpetrado por los no judíos.
El año pasado Zeev Degani, director de una de las escuelas de prestigio de Israel, causó un gran revuelo cuando anunció que su escuela ya no enviará a los alumnos a los viajes anuales a Auschwitz. Se trata de un rito de iniciación para los alumnos israelíes. Denominó la mala utilización del Holocausto de “patológica” y dijo que pretende “generar miedo y odio” para inculcar el nacionalismo extremo.
No es por casualidad que estos viajes –que imparten el mensaje de que un ejército fuerte es vital para la supervivencia de Israel– se lleven a cabo justo antes de que los adolescentes comiencen un proyecto militar de tres años.
Cada vez reciben en la escuela menos mensajes alternativos. Degani fue uno de los pocos directores que invitaron a la organización Rompiendo el Silencio, un grupo de soldados que denuncian, para hablar de su participación en la comisión de crímenes de guerra.
En respuesta el ministro de Educación Naftali Bennett, líder del partido de los colonos, ha prohibido los grupos disidentes como Rompiendo el Silencio. También ha prohibido los libros y los viajes de grupos de teatro que puedan fomentar una mayor empatía con aquellos de afuera de la tribu.
Las encuestas muestran que esto está dando sus frutos. Los escolares son aún más ultranacionalistas que sus padres. Más de cuatro quintas partes piensan que no hay esperanza de paz con los palestinos.
Pero estas actitudes cultivadas no sólo sabotean el proceso de paz. También impiden cualquier posibilidad de que los judíos israelíes vivan en paz con la gran minoría de los ciudadanos palestinos que viven en el mismo lugar.
La mitad de los escolares judíos creen que a estos palestinos, uno de cada cinco de la población, no se les debe permitir votar en las elecciones. Este mes el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, llamó "nazis" a los representantes de la minoría en el Parlamento y sugirió que deberían compartir un destino similar.
Este chovinismo extremo fue traducido la semana pasada en la legislación que define a Israel como el Estado-nación del pueblo judío en todo el mundo, no para sus ciudadanos. La minoría palestina se convirtió efectivamente en poco más que extranjeros residentes en su propia tierra.
Degani y otros están perdiendo la batalla de educar para la paz y la reconciliación. Si el futuro de una sociedad se encuentra en sus hijos, las perspectivas para los israelíes y los palestinos son sombrías. 

 
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.



Acerca de este tema: Película DEFAMATION en español

miércoles, 17 de mayo de 2017

La tragedia de Palestina según Noam Chomsky



Revista Arcadia


El Embajador de Palestina en Colombia estuvo en la Feria Internacional del Libro de Bogotá haciendo un recorrido general por esa tierra milenaria a través de sus costumbres, su historia y el conflicto que la rodea. No fue la única muestra de la presencia de sus representantes en Colombia, único país de América Latina que no apoyó su candidatura en Unesco. Entre ellas se destaca Conversaciones sobre Palestina, libro de Noam Chomsky e Ilan Pappé, que presentó la editorial Icono en la Feria.
Chomsky, estadounidense, lingüista, profesor emérito de la universidad de MIT, considerado entre los intelectuales vivos más importantes del mundo, conversó con Pappé, israelí ex-profesor de historia en la universidad de Haifa y actual profesor en la Universidad londinense de Exeter. Pappé es de los llamados “nuevos historiadores” de Israel, que se atreven a revisar la historia de su país y a criticar su política. Opina contra la decisión de crear dicha nación, y señala el sionismo como la ideología que origina la mayor parte de los males que atormentan a ambos los israelíes y los palestinos.
Chomsky, duro crítico de Israel y de su política contra Palestina --la califica de “criminal”--, y Pappé están de acuerdo en varios aspectos fundamentales. Ambos critican el apoyo irrestricto que da Estados Unidos al gobierno israelí, con la complicidad de potencias occidentales durante 50 años.
Los analistas le atribuyen un peso substancial al síndrome del Holocausto, al complejo de culpa por el antisemitismo en sus países y por ende al temor de ser calificados de antisemitas, arma que Israel tiene a flor de piel. Todo lo que implique crítica, censura o condena, lo acusa de antisemitismo y de persecución.
Pappé saluda a la academia palestina y a la “nueva” historia de Israel, por haber desenmascarado teorías absurdas, por ejemplo que la Biblia le otorgó la tierra palestina a los judíos; el que sea la “única democracia” del Medio Oriente, o que, en 1948, después de que Ben Gurión proclama la creación del Estado de Israel y estalla la guerra con todos sus horrores, millones de palestinos en forma voluntaria abandonen su tierra.
La verdad es otra. Es el desastre, las masacres, la limpieza étnica a dos tercios de la población, los desalojos, la expulsión de millones de seres que desde entonces se refugian en países vecinos. Chomsky habla de la “ocupación criminal” de Cisjordania, de Gaza, de Jerusalén del Este, supuesta capital palestina, de los Altos del Golán. Todo lo ocupan en la Guerra de los Seis Días de 1967. De inmediato procedem a construir colonias judías en violación de convenciones internacionales. Imponem un brutal y humillante dominio, con centenares de puestos de control, de rutas y caminos vedados a los palestinos en su propio territorio, de enjambres de soldados en sus tierras.
Los autores califican de racista a Israel, condenan el Muro de separación que levanta dentro del territorio palestino, al que llaman un apartheid israelí, pues de eso se trata. Pappé menciona la semejanza de la política a la que hubo en Sudáfrica. La diferencia, dice Chomsky, es que los blancos en Sudáfrica necesitan a los negros para su vida diaria pero en cambio los israelíes quieren desaparecer a los palestinos.
Ambos hablan del fiasco que sufren Estados Unidos e Israel, en enero del 2006, cuando Hamás, movimiento de resistencia palestino al que califican de “terrorista”, logra un triunfo arrollador en las elecciones parlamentarias y debe nombrar un nuevo gobierno. Reaccionan con furor. Estados Unidos y sus aliados congelan las ayudas a Palestina e Israel procede a apresar a la mayoría de sus diputados en Cisjordania y Jerusalén. Un atropello inaudito porque no son sus ciudadanos.
En octubre del 2011, Palestina es elegida, por amplias mayorías, miembro pleno de Unesco (decisión que Colombia no apoya) y al año la ONU la reconoce como Estado observador. Desde entonces miembros de ambas organizaciones pueden denunciar, ante la Corte Penal Internacional, los atropellos y “crímenes” de guerra en su contra.
En respuesta a los ataques de cohetes que le lanza Hamás desde Gaza, cuyo impacto es relativo, las operaciones militares de Israel son desproporcionadas, y siempre condenadas sin que nada pase. Frente al ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, con armas de último modelo que le provee Estados Unidos, dice Chomsky, y un arsenal nuclear, las fuerzas palestinas son inexistentes.
Ambos hablan del cambio en el termómetro occidental a favor de Palestina, del crecimiento “gigantesco” del movimiento contra Israel, BDS, Boicot, Desinversiones y Sanciones, creado por la sociedad civil palestina con apoyo de varios países. Este es un hecho promisorio, dice Chomsky, pues los cambios ocurren por presiones de abajo.
En diciembre de 2016 –después de publicado el libro-- se aprobó la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU, con la sola abstención de Estados Unidos. Es una amplia condena a los asentamientos judíos en tierras palestinas y pide su desmonte; al Muro de Separación, la Corte Internacional de Justicia pide destruirlo y a todo lo que implica violación a los derechos del pueblo palestino. Plantea, además, la solución de dos Estados para lograr la paz. Obama, por ejemplo, siempre dio apoyo a dicha opción.
Netanyahu, rugió: “es una despreciable resolución” a la cual no se iba someter, la calificó de “vergonzosa”, habló de conspiración contra Israel y amenazó con represalias hacia los países que dieron su apoyo, retiró embajadores y sostuvo que Estados Unidos lo había traicionado. Un exceso de prepotencia para un país tan cuestionado y solitario. Chomsky sospecha “que los israelíes tienen una idea mal disimulada de la fragilidad de su futuro”, pues el aislamiento puede aumentar y convertirse en Estado paria, deslegitimado al punto “que sólo podrá sobrevivir mientras Estados Unidos lo apoye”.
Mucho cambia y mucho se confunde con el triunfo inesperado del ahora presidente estadounidense Donald Trump. En diciembre conforma su gabinete y nombra a David Friedman, abogado judío, su embajador en Israel. Para el New Yorker es el escándalo del día.
Friedman tiene propiedades en Cisjordania; sueña con anexarla a Israel y trasladar la capital a Jerusalén. Sería un delito, porque es ciudad sagrada e internacional, según la Resolución de Partición.
El conflicto entra un capítulo nuevo, y no muestra señales de acercarse al final. 

Fuente: http://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/palestina-e-israel-segun-noam-chomsky/63629

jueves, 11 de mayo de 2017

El blues de los diplomáticos europeos en Palestina



ORIENT XXI

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós


Concebida para promover el desarrollo económico de Palestina, la zona franca de Jericó, en el valle del Jordán, está financiada por la Unión Europea, pero lejos de cumplir su cometido, los obstáculos que impone Israel destruyen o impiden toda iniciativa tendente a mejorar de la situación de los palestinos.


La zona de franca de Jericó (Jericó Agro Industrial Park, JAIP, por sus siglas en inglés) ubicada en el valle del Jordán, tiene como objetivos "favorecer mediante incentivos fiscales e infraestructuras modernas las inversiones locales e internacionales en Palestina así como las exportaciones palestinas", que siguen siendo extremadamente bajas, según Naiem Attun, funcionario local. Además de esta incipiente "zona franca", la Autoridad Palestina de Industrias Estatales y Zonas Francas cuenta con otras dos en Belén y Yenín (Cisjordania) y una cuarta en Gaza que está inactiva. Otras tres están previstas en Cisjordania, cerca de Nablus, Hebrón y Rawabi, una "nueva ciudad" en construcción lanzada por un millonario palestino-estadounidense en la Zona A (véase el recuadro al final). Inicialmente impulsada con financiación japonesa, la zona franca de Jericó cuenta en la actualidad también con financiación europea. De momento, su actividad es reducida; cuenta únicamente con 4 PYMES registradas. Las autoridades prevén que para fin de año habrá otras 6, que crearán 500 puestos de trabajo. En última instancia, el objetivo es generar 3.400 puestos de trabajo directos y 17.000 indirectos.
Nos encontramos en Jericó nueve periodistas de ocho países de la Unión Europea (UE) invitados por la Delegación de la Unión Europea en Palestina para constatar algunos aspectos del apoyo proporcionado a la Autoridad Palestina (AP). Sin embargo, a ocho meses de la primera entrega de la ayuda, cuesta creer que estas previsiones se cumplan a tiempo. Especialmente porque desde el principio tanto los funcionarios palestinos como nuestros guías europeos muestran sus reservas sobre la sinceridad de Israel con respecto a que la zona se desarrolle. "El gran problema, se queja Jaled Amleh, uno de los gestores palestinos, es quién controla la frontera". La única salida es el puente de Allenby, en el río Jordán, que permite la exportación de productos vía Jordania. Sólo se abre ocho horas al día entre semana, los viernes solo dos horas y los sábados está cerrado. El Aeropuerto de Lod funciona las 24 horas del día para las exportaciones israelíes, informa el palestino. Cuando nos quejamos, los militares dicen que quieren ayudar pero en realidad nos dan largas". Los responsables de la zona franca negocian con la administración civil israelí [1] desde hace dos años una mayor apertura en los horarios de la frontera del puente. Pero nada cambia. "Todo depende de la voluntad de Israel. Nuestros productos se pudren en su puerto de Ashdod porque los israelíes no emiten las autorizaciones de exportación". 


Barreras administrativas
Otro de los responsables palestinos de la zona franca se queja de que los israelíes multiplican los obstáculos administrativos: "Si los europeos y los japoneses no presionan más a Israel buena parte de sus inversiones se perderán", señala. Amleh concluye: "La verdad es que como nosotros no controlamos nuestras fronteras, los israelíes pueden seguir estrangulando nuestra economía. Los acompañantes de la delegación de la UE en Palestina escuchan sin decir nada. Una vez fuera, uno de sus miembros nos dice en un aparte: "Los israelíes no quieren negociaciones para una solución política a la cuestión palestina. Pero Netanyahu ha evocado con frecuencia una paz económica. Sin embargo, aún así hacen todo lo posible para evitarla multiplicando los bloqueos burocráticos. Entonces, ¿qué es lo que quieren exactamente?"
Esta recriminación entre los miembros de la delegación sobre las barreras administrativas levantadas por las fuerzas de ocupación israelíes para el desarrollo de Palestina las escucharemos como un mantra permanente a lo largo de toda la visita. En Tubas, al norte de Nablús, la UE financia una planta de tratamiento de aguas residuales para reutilizarlas en la agricultura. Su coste es de 18 millones de euros y su inauguración está prevista para enero de 2018. Un hecho en Palestina más sensible que la falta de agua es que Israel controla todas las capas freáticas. El proyecto de los tanques de aguas residuales ilustra las consecuencias de la bantustanización aplicada por la ocupación israelí. Los tanques fueron instalados en la zona A para evitar algunas de las barreras administrativas. Pero como señala Tael Ali Ahmed, funcionario local palestino, el área de donde salen los camiones que traen los materiales de construcción a 30 metros de los tanques se encuentra en la zona C, donde los permisos son obligatorios. De allí las incesantes pegas administrativas. "Cualquier soldado que venga puede impedir el acceso de los camiones y detener los trabajos".
El personal de la UE admiten que las autoridades israelíes "exigen diez veces la presentación del mismo documento" y que "inmovilizan los camiones sin explicación". "Un día el ejército destruyó 3 kilómetros de tuberías, nos contaba un ingeniero. Luego nos dijeron que se debió a una iniciativa equivocada, no a una orden". Tael Ali Ahmed añade: "Cuando se trata de agua, los israelíes consideran que todo Cisjordania es zona C. Aquí hay bombas de agua importadas que el ejército ha bloqueado durante dos años. No se pueden excavar pozos sin la aprobación de una "comisión conjunta" israelo-palestina en la que los israelíes tiene derecho de veto. De todos modos, no se ha reunido desde 2012. [Los israelíes] llegaron con sus proyectos de abastecimiento de agua para los asentamientos y nos pidieron que los validáramos... Ya no los hemos visto más". El ejército israelí, según él, pretende hacer bien difícil la vida de la gente para que se vayan. Sin embargo, asegura, "nuestro proyecto va a ir hasta el final a pesar de todas las dificultades". 


Mil millones de euros anuales de financiación europea
La UE gasta 310 millones de euros al año en apoyo a Palestina: el 45% se destina a pagar los sueldos de los dirigentes y funcionarios de la AP, el 45% a los servicios públicos (abastecimiento de agua, escuelas, hospitales, etc.), y el 10% a proyectos que no son públicos (principalmente culturales y humanitarios). Además, la UE paga 110 millones de dólares anualmente a la Agencia de Socorro para los Refugiados de Palestina (UNRWA). En total, con las aportaciones individuales de varios países europeos (Francia encabeza la ayuda en el sector de la energía, los Países Bajos el de la justicia, y Bélgica el de la educación) la contribución de la UE llega a alrededor de mil millones de euros al año. En comparación, el maná estadounidense a Palestina alcanza los 600 millones de dólares anuales, de los cuales más de la mitad se destinan a financiar la "seguridad" (formación y mantenimiento de la policía y de los servicios de inteligencia palestinos).
Aunque el objetivo del viaje de los periodistas no era económico, la UE también organizó encuentros con los beneficiarios de la ayuda humanitaria. En Jirbet Abdallah Yunis, al noroeste de Yenin, la UE ayuda a un pueblo palestino enclaustrado entre la Línea Verde (la frontera de 1967 que Israel prohibe cruzar a sus 200 habitantes) y el "muro de protección" israelí, que deja a sus propias tierras y a Cisjordania en su conjunto fuera de su alcance. Aquí es imposible obtener un permiso de construcción. De ahí que el sinnúmero de construcciones palestinas "sin permiso" sean destruidas de inmediato por los israelíes. En el pueblo de Jirbet Abdallah Yunis, hay pendientes de ejecución 88 órdenes de demolición para edificios "ilegales". En 2014 se presentó un proyecto de desarrollo de la comunidad que incluye una escuela a la que viene un maestro a diario, y un centro médico al que viene un doctor una vez por semana. En lugar de esperar a una autorización que sabían nunca llegaría, los aldeanos informaron al ejército de que si no obtenían respuesta en un plazo de 18 meses iniciarían las obras. El proyecto era beneficiario de la ayuda de la UE y del Programa de Naciones Unidas para Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat). Los israelíes han dejado hacer reservándose la opción de destruir estos edificios "ilegales" si lo consideran conveniente. Ahmad al Atrash, que diseñó el proyecto para ONU-Hábitat, espera que no suceda. "La verdad es que están contentos, dice, porque estamos contribuyendo a mantener la calma". Una estadística: de los 112 proyectos de desarrollo de comunidades en aldeas presentados en la zona C en 23 años, el ejército israelí solo ha aprobado seis. "Y encima, con restricciones", confirma un portavoz local, Naïm Nubani. 


"Enfrentarse a los bulldozers"
En Jirbet Tana, cerca de Nablus, el organismo europeo de ayuda humanitaria y protección civil ECHO trabaja con la ONG Primer Socorro Internacional en el apoyo a una comunidad de pastores palestinos sedentarizados que desde 2005 ha padecido la ejecución de 13 órdenes de demolición de casas, la última el 13 de enero de 2017. Aquí viven 45 familias de pastores en chozas de madera contrachapada (destruidas regularmente por el ocupante) en un territorio decretado por Israel como zona de maniobras militares. "Nunca hemos visto maniobra militar alguna", nos asegura ECHO. Sin embargo, alrededor se extienden cuatro asentamientos israelíes. Obviamente, el reto es desalojar a la población árabe que habita allí". Los europeos describen el proceso: 

a) se expropia a los pastores de su tierra;
b) se les niega cualquier autorización;
c) se corta el acceso a los servicios públicos (agua, saneamiento, etc.);
d) se permitir que los colonos realicen incesantes incursiones "de castigo" ("en verano vienen a bañarse al único pozo que tenemos", se queja un pastor). 

Al final, la gente se rinde. "Desde 2005 se han destruido más de 300 casas unifamiliares y estructuras de servicios. Sin la UE, los pastores ya se habrían ido" dice un miembro del organismo europeo. Las pérdidas totales de la UE en 2016 en la aldea de Jirbet Tana alcanzan los 216.000 euros. Cuando se levantó la escuela –dos habitaciones pequeñas en un barracón temporal de chapa– venían a las clases 17 niños y niñas. "Ya se ha destruido tres veces", señala un miembro de ECHO que confesaba tener la sensación de "luchar contra un bulldozer continuamente". En un folleto explicativo, ECHO denuncia un "propósito declarado de traslado forzoso" del pueblo palestino llevado a cabo por las autoridades israelíes "al menos en 46 zonas habitadas" de la zona C.
Estos hallazgos y otros similares descubiertos por los agentes europeos sobre el terreno los hemos escuchado reiteradamente durante todo el viaje: en Jerusalén Oriental y en sus alrededores, donde hemos podido constatar la realidad de la "judaización" forzada de la ciudad, en Belén, en el campamento de refugiados de Ayda (6.000 habitantes) o en la zona H2 de Hebrón, donde 750 colonos conocidos por su extrema violencia han logrado expulsar, con la protección del ejército israelí, a 20.000 residentes palestinos de sus hogares en el denominado "barrio judío", y en más lugares visitados. Y al mismo tiempo, hemos sido testigos de cómo cooperantes y muchos diplomáticos europeos (estos de manera discreta y siempre anónima), se preguntan sobre el sentido de su intervención. Cuestionamiento que se agrava por la impresión de que los informes que envían a sus países o a la Comisión Europea sobre la realidad de Palestina se abandonan en el fondo de un cajón. Un diplomático juzgó en privado que "la actitud de la señora Mogherini [2] sobre la cuestión palestino-israelí es la ceguera voluntaria". 


Un "pueblo Potemkine"
"A menudo me pregunto si en última instancia no somos más que un engranaje de la maquinaria incesante que opera para fortalecer la presencia israelí en los territorios palestinos. Ciertamente, aquí y allá evitamos algunos daños, a veces tenemos algunos éxitos, pero en general, ¿no estamos contribuyendo en buena medida a mantener la ficción de una Autoridad Palestina que en realidad no tiene ningún poder y permitiendo a Israel que haga lo que le plazca?" Así se expresaba abiertamente un empleado de la delegación de la UE en Palestina. Un diplomático de un país con presencia consular en Cisjordania abundaba en lo mismo: "Nosotros, los europeos seguimos luchando para preservar los Acuerdos de Oslo. Pero ahora los israelíes dicen que en la zona C de Oslo pueden hacer lo que quieran. Y se niegan a discutir sobre el tema. Por lo tanto, me pregunto si estoy contribuyendo a la creación de un futuro Estado palestino que cada día hacen más inviable, o al mantenimiento de la ocupación". Esta pregunta que le tortura diariamente, agrega, solo la responderá el futuro. "Si se crea un Estado palestino, habremos contribuido a ello. Si se trata de lo contrario, habremos facilitado creer una ficción y habremos financiado la ocupación". Porque, recuerda el diplomático, el apoyo financiero europeo a los palestinos permite a Israel ignorar las muchas obligaciones que le corresponden como potencia ocupante en el marco del derecho internacional. Sin la AP y sin los fondos europeos y estadounidenses, Israel tendría que pagar la mayor parte de los servicios prestados por la AP y por su personal.
A título individual, algunos de estos funcionarios y diplomáticos europeos expresan un discurso más desengañado todavía que evoca la política israelí del "pueblo Potemkim" (la simulación con fines de propaganda), de la que se sirven sólo para preservar la ilusión de una normalidad ficticia. "En realidad –nos indica un interlocutor europeo– los israelíes no quieren resolver nada más allá de su propia seguridad . Antes bien, Israel espera que el empeoramiento provoque la rendición de más y más palestinos y con ella, su éxodo, para extender gradualmente su control sobre todo Cisjordania. Hasta el momento esta política ha sido eficaz". Al igual que todos los demás, habla de forma anónima. Pero, ¿qué pasaría si dijeran públicamente lo que piensan? "Me despedirían de forma expeditiva". 

Desde los Acuerdos de Oslo Cisjordania se divide en tres zonas:
- Zona A: abarca aproximadamente el 20% del territorio, las grandes ciudades y su entorno urbano más próximo, y contiene el 54% de la población. Según los Acuerdos, la Autoridad Palestina es supuestamente beneficiaria para ejercer el poder civil y la seguridad completa, aunque desde la segunda Intifada en 2001, las fuerzas israelíes penetran la zona a su antojo e imponen su voluntad;
- Zona B: incluye las ciudades medianas y pequeñas, además de algunos pueblos. Representa aproximadamente el 20% del territorio y contiene el 41% de la población. La Autoridad Palestina ejerce el control civil y el ejército israelí el control de la seguridad;
- Zona C: abarca aproximadamente el 60% de la tierra y contiene el 5% de la población palestina. Israel mantiene un control completo, tanto militar como civil .
Las Zonas A y B están a su vez divididas en 469 unidades territoriales separadas –los "confetis" como se las denomina localmente–, todas ellas rodeadas de la zona C, la única que tiene "continuidad territorial". No se puede acceder de una parte de las zonas A o B a otra sin pasar por un control militar israelí. 


 Notas:
1.- La "administración civil" israelí es el nombre dado a las autoridades militares de ocupación que se encargan de la población civil palestina.
2.- Federica Mogherini es la actual jefa de la diplomacia europea.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de espetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.