miércoles, 30 de diciembre de 2015

¿Y si resulta que Israel no tiene derecho a existir? Reflexiones de Sharmine Narwani

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 13/08/2014 15:15   Publicado por
El 4 de agosto del 2014, en plena masacre de palestinos, la analista política Sharmine Narwani publicó en Le Gran Soir un artículo que más allá de la recurrente masacre en Gaza resume el motor histórico de esta  injusticia sin fin: un estado colonial y racista que no debería existir. Esta perspectiva rompe con los paradigmas mediáticos vigentes según los cuales es posible criticar los crímenes de Israel si no se cuestiona su legitimidad como país normal en el concierto internacional. A veces, ciertos textos actúan como parteaguas. Rompen con la carga de terror que impide llamar a las cosas por su nombre. Este es un buen ejemplo de ello. La traducción es cortesía de Boltxe Kolektiboa aunque se añadieron correcciones propias.

Perdón pero Israel no tiene ningún derecho a existir / Sharmine Narwani

La expresión «derecho a existir» entró en mi conciencia en los años 1990, así como el concepto de una solución de los dos Estados entró en el vocabulario colectivo. En cada debate en la universidad, cuando un sionista se quedaba sin argumentos  invocaban estas tres palabras mágicas para interrumpir la conversación con un indignado «¿estáis diciendo que Israel no tiene derecho a existir?».
Está claro, no puedes cuestionar el derecho de Israel a existir -sería como negar el derecho fundamental de los judíos a tener… derechos, y toda la culpabilidad del Holocausto será lanzada contra ti.
Salvo que yo no tengo nada que ver con el Holocausto -y los palestinos tampoco. El programa europeo de metódica limpieza étnica contra su población judía fue empleado, de manera totalmente cínica y oportunista, para justificar la limpieza étnica de la nación árabe palestina, asunto que me deja del todo indiferente. Ya estoy demasiado cansada de levantar los ojos al cielo cada vez que oigo en la misma frase las palabras Holocausto e Israel.
Lo que me trastorna en esta era posterior a la «solución de dos Estados», es la audacia misma de la existencia de Israel.
Qué idea tan fantástica, esta noción que un grupo de extranjeros de otro continente pueda apropiarse de una nación existente y habitada y convencer a la «comunidad internacional» que esto es justamente lo que debía hacerse. Podría reírme de tanto descaro si no fuera algo tan grave.
Más grave es la limpieza étnica masiva de la población palestina indígena llevada a cabo por los judíos perseguidos, apenas repuestos de su propia experiencia de limpieza étnica.
Pero lo más terrible es la manipulación psicológica de las masas al creer que los palestinos son peligrosos «terroristas» determinados a «echar a los judíos al mar». Yo trabajo con las palabras y el uso del lenguaje en la creación de percepciones me intriga. Esta práctica -muchas veces llamada «diplomacia pública»- se ha convertido en herramienta indispensable en el mundo de la geopolítica. Las palabras, al fin y al cabo, son bloques de construcción de nuestra psicología.
Tomemos, por ejemplo, la manera en la que hemos llegado a percibir el «litigio» palestino-israelí y todas las resoluciones de este conflicto que continúa. Voy a utilizar ideas ya expresadas en otros artículos.
Estados Unidos e Israel han determinado el discurso mundial sobre esta cuestión, definiendo sus estrictos parámetros que limitan cada vez más el contenido y la orientación del debate. Hasta hace poco, cualquier discusión fuera de estos parámetros, era considerada como irreal, improductiva e incluso subversiva.
La participación en el debate está reservada a los que suscriben estos grandes principios: aceptación de Israel, su hegemonía regional y su superioridad militar; aceptación de la lógica dudosa sobre la que se funda la reivindicación de Palestina por el Estado judío; y aceptación de quienes son los interlocutores, movimientos y gobiernos aceptables o no en cualquier solución al conflicto.
Palabras como paloma, halcón, militante, extremista, moderado, terrorista, islamo-fascista, negacionista, amenaza existencial, mulá loco, determinan la participación en la solución y son capaces de excluir otras instantáneamente.
Seguidamente, está el lenguaje que preserva «el derecho de Israel a existir» sin hacer ninguna pregunta: todos lo que invocan al Holocausto, el antisemitismo y los mitos sobre los derechos históricos de los judíos a la tierra legada por el Todo-Poderoso –como si Dios fuera un agente inmobiliario. Este lenguaje no intenta solamente impedir cualquier tipo de contestación a la conexión judía con Palestina, sino que además busca sobre todo castigar y marginar a los que atacan la legitimidad de esta experiencia colonial moderna.
Pero este pensamiento colectivo no llega a nada, no hace más que ocultar, distraer, desviar, esquivar y disminuir y no nos encontramos más cerca de una solución satisfactoria… porque la premisa es falsa.
No hay ninguna solución a este problema. Es el tipo de crisis en la cual constatas el fracaso, ves los errores y los corriges. El problema es Israel. Es la última experiencia colonial de los tiempos modernos, una experiencia llevada a cabo en el mismo momento en que tales proyectos se hundían en todo el mundo.
No hay «conflicto palestino-israelí» pues esto daría a entender que hay cierta igualdad en el poder, el sufrimiento y los elementos concretos a negociar. Pero no existe la más mínima simetría en esta ecuación. Israel es el ocupante y el opresor. Los palestinos son los ocupados y los oprimidos.
¿Qué debe negociarse? Israel tiene todas las cartas en su mano. Pueden devolver tierra, bienes, derechos, pero incluso esto es un absurdo -pues ¿qué se hace con lo que queda? ¿Por qué no devolver todas las tierras, todos los bienes y todos los derechos? ¿Por qué tendrían ellos el derecho de conservar nada? ¿Es la apropiación de tierra y bienes antes de 1948 fundamentalmente diferente de la apropiación de tierra y bienes después de la arbitraria fecha de 1967?
¿Cuál es la diferencia entre los colonialistas de antes de 1948 y los que colonizaron y se instalaron en tierras palestinas después de 1967?
Permitan que me corrija: los palestinos tienen una carta en sus manos que hace salivar a Israel -su gran reivindicación en la mesa de negociación que parece contener todas las otras. Israel aspira al reconocimiento de su «derecho a existir».
Pero Israel existe ya, ¿no?
En realidad, lo que Israel teme más que nada es su «deslegitimación». Detrás de las apariencias, existe un Estado construido sobre mitos y narraciones, protegido únicamente por un gigante militar, con miles de millones de dólares de ayuda de Estados Unidos y con el veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. No hay nada más entre este Estado y su desmantelamiento. Sin estas tres cosas, los israelíes no vivirían en una entidad que se ha convertido en «el lugar más peligroso del mundo para los judíos».
Retiren el discurso y el barniz de la propaganda y se darán cuenta rápidamente que Israel no tiene ni las bases de un Estado normal. Después de 64 años no tiene fronteras. Después de seis decenios, no ha estado nunca tan aislado. Después de medio siglo, necesita un ejército gigantesco simplemente para impedir que los palestinos entren a pie a sus casas.
Israel es una experiencia fracasada. Está conectado a una máquina que mantiene sus constantes vitales. Si se desenchufan estos tres tubos del cadáver, sobreviviría únicamente en la mente de algunos extranjeros que se han equivocado gravemente pensando que se lograría el gran robo del siglo.
Lo más importante que podemos hacer frente a la óptica de un solo Estado es desembarazarnos rápidamente del viejo lenguaje. De todas maneras, nada era verdad -no era más que el lenguaje empleado en un «juego» particular.
Desarrollemos un nuevo vocabulario de posibilidades. El nuevo Estado será el nacimiento de una gran reconciliación de la humanidad: musulmanes, cristianos y judíos vivirán juntos en Palestina como lo hicieron anteriormente.
Los detractores pueden irse lejos. Nuestra paciencia disminuye como la tela de las tiendas de campaña en los campos del purgatorio donde viven los palestinos desde hace tres generaciones.
Estos refugiados explotados por todo el mundo tienen derecho a bellos pisos -como esos que tienen alberca en la planta baja y un pequeño jardín de palmeras en la entrada. Porque la indemnización que se les debe por este fracasado experimento occidental será siempre insuficiente.
Y no, nadie odia a los judíos. Este es el argumento de última instancia que les queda y con el cual nos ensordecen -es el último cortafuego para proteger este Frankenstein israelí. No me interesa para nada escribir las habituales frases para probar que no odio a los judíos. Es imposible de comprobar y francamente el argumento no es más que una coartada. Si los judíos que no han vivido el Holocausto sienten todavía el dolor, que se arreglen con los alemanes. Que les exijan una parte importante de tierras en Alemania -y que tengan suerte.
En cuanto a los antisemitas que se les hace la boca agua en cuanto ven un artículo que ataca Israel, que se vayan a tomar viento, ustedes son parte del problema.
Los israelíes que no querrán compartir Palestina como ciudadanos iguales con la población palestina indígena, aquellos que no querrán renunciar a lo que tuvo que renunciar  la población palestina  hace 64 años, que tomen su segundo pasaporte y se vuelvan a sus casas. Los que se queden lo mejor que pueden hacer es adoptar una actitud positiva. Los palestinos han mostrado su capacidad a perdonar. El nivel de la carnicería que han sufrido de la parte de sus opresores -sin respuesta comparable- demuestra un aguante y una fe remarcables.
Será menos la muerte de un Estado judío que la desaparición de los últimos vestigios del colonialismo moderno. Será solamente un ritual de paso, todo irá bien. En este momento particular del siglo XXI, somos todos, universalmente, palestinos, y corregir esta injusticia constituirá una prueba de nuestra humanidad colectiva y nadie tiene el derecho de quedarse con los brazos cruzados.
Israel no tiene derecho a existir. Rompan esta barrera mental y digan: «Israel no tiene derecho a existir». Saboréenlo, hagan un tuit y escríbanlo en su Facebook y hagan todo eso sin pensarlo dos veces. La deslegitimación ya está ahí, no tengan miedo.
Palestina será menos dolorosa de lo que siempre ha sido Israel.

martes, 29 de diciembre de 2015

"Palestinizando" las luchas en Chile

 
 
MapuExpress


Escuchamos permanentemente que el conflicto palestino-israelí es complejo de entender. Que es bíblico, que es religioso, que los musulmanes no quieren convivir con los judíos y los cristianos, que criticar al Estado de Israel es antisemita y, en fin, un sinnúmero de palabrejas. Pero la cosa es más simple que lo que se nos cuenta: es un conflicto colonial, donde hay un Estado opresor y un pueblo oprimido. Y hoy día Israel controla el aire, el suelo, el subsuelo y el agua de toda la Palestina Histórica.
Tras años de un intenso lobby sionista, que incluso usó las muertes del holocausto para cobrar monetaria y éticamente a las potencias europeas el derecho del “pueblo judío” (visto desde la perspetiva de los judíos europeos) de tener un Estado propio, una resolución de la Organización de Naciones Unidas ordenó la “partición” de Palestina. Supuestamente, una parte iba a ser para los palestinos, la otra para los judíos. El año 1948, paralelo a la Declaración de Independencia de Israel, más de 800 mil palestinos fueron expulsados, iniciándose Al-Nakba (la catástrofe palestina).
Después de la guerra de 1967 (que enfrentó a Israel con Egipto, Jordania, Irak y Siria), Palestina comenzó a quedar más sola entre sus vecinos, por lo que, tras años de colonización, represión, apropiación, construcción de asentamientos ilegales por parte de Israel en un proceso paralelo de limpieza étnica y apartheid, se gestó la primera Intifada que se alzó en 1987.
Con métodos que evidenciaron la brutal disparidad que existía entre las piedras palestinas y los tanques israelíes en el campo de batalla, la Intifada de las Piedras logró que Israel reconociera al pueblo palestino y sus territorios.
La primera Intifada declinó cuando se anunciaron las primeras negociaciones que terminaron en los Acuerdos de Oslo. El mítico líder palestino, Yásser Arafat, lograba ponerse en la mesa de negociación con Israel, mostrando una primera dislocación entre el movimiento popular y las cúpulas partidarias. El resultado de las negociaciones fue un tongo, pues concluyeron a mitad de los años 90 dejando como saldo la perpetuación del régimen de expansión israelí en territorio palestino, con una vaga promesa de que en un futuro los palestinos tendrían su propio Estado.
Cinco años después, ante nuevas negociaciones entre las cúpulas, otro alzamiento popular cambió el escenario. La Intifada de Al Aqsa se había gestado tras años de represión, ocupación, colonización y construcción de asentamientos israelíes en territorio palestino. En paralelo, las negociaciones de Camp David, fracasaban pues Israel no reconocía el derecho de retorno de los palestinos de la diáspora.
Bastó que en Jerusalén, el entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon -quien después fuera primer ministro de Israel-, hiciera una visita provocativa el año 2000 a la Mesquita de Al Aqsa para que se desatara de inmediato la protesta popular de grupos musulmanes, pero que se extendió rápidamente de manera general entre los palestinos.
En esta segunda Intifada, los palestinos hicieron estallar bombas y otros armamentos de guerrilla, hechos que la propaganda sionista terminó por utilizar para justificar la construcción del muro del apartheid que tiene más de ocho metros de altura y que de paso va corriendo la inexistente frontera que Israel crea de facto expandiendo su territorio.
Luego de tres años de arresto domiciliario, Arafat murió envenenado en noviembre de 2004. Tras su gigantesco funeral, se evidenció que la promesa del Estado Palestino había sido una quimera, y que se había consolidado el régimen israelí por sobre el palestino. Junto a Arafat, la idea de un Estado Palestino había muerto.
Nace una nueva herramienta de lucha
Pero pese a la desolación palestina, lejos de victimizarse al estilo del sionismo con el Holocausto, el pueblo palestino levantó una nueva estrategia de resistencia amparada en el Derecho Internacional. Ahora, con métodos punitivos pero no violentos el objetivo es presionar a Israel a que cumpla con tres derechos básicos que le debe al pueblo palestino, específicamente: a) el derecho al retorno de los refugiados, b) que otorgue igualdad de derechos civiles a la población palestina que vive al interior de Israel, y c) que cumpla con el Derecho Internacional y las innumerables resoluciones de la ONU, es decir, que cese la ocupación ilegal de palestina y desmantele el muro del apartheid.
La Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (BDS) nació el año 2005 en el seno del pueblo palestino, y en más de diez años de resistencia no violenta, ha logrado corroer a Israel poco a poco. Tanto así que primero lo consideraron como una amenaza estratégica contra el Estado israelí, y luego, en noviembre del año 2015 abrieron un ministerio dirigido a frenar el BDS con un presupuesto de 26 millones de dólares.
El BDS ha sido fundamental para acompañar al pueblo palestino en la lucha por su liberación, y pese a lo que dice la propaganda sionista, esta campaña no es contra las personas, ni académicos, ni políticos, ni artistas, menos contra judío alguno, ni tampoco es antisemita. Más bien apunta a cortar los vínculos que se mantienen con el Estado de Israel como si fuera normal relacionarse con un opresor o con quien viola los derechos humanos. Pero también a presionar a que quienes tengan relación, tomen una posición clara respecto al pueblo palestino.
Hace varios años que en Chile venimos difundiendo esta campaña y funando a instituciones que promueven artistas, académicos y/o científicos financiados por el Estado de Israel. Algunos espacios culturales que han sido utilizados por la propaganda israelí han sido el Centro Cultural Gabriela Mistral, el Teatro Municipal o el Centro Cultural Palacio de La Moneda, entre otros.
Pero también la Universidad Católica de Chile y, ahora último, el DuocUC. Este año Israel pretendía presentarse impunemente como “el Modelo” en gestión hídrica y sustentable en un seminario financiado y organizado por un programa de su Ministerio de Economía que promueve la desalinización del agua de mar y tecnología para mejorar la gestión hídrica en la agricultura. Además, estaba apoyado por el gobierno chileno y la Sociedad Nacional de Agricultura -sí, los mismos que apoyaron la protesta de los camioneros y que buscan la paz en la Araucanía-. Es decir, el modelo colonizador basado en robar el desierto del Néguev, desalinizar agua de mar y luego enverdecer el territorio y alimentar a la población traída de afuera, ahora lo querían presentar a los chilenos como la solución a los problemas de la sequía… ¿quizás para que terminen de despojar al pueblo mapuche?
En la ocasión, la adhesión de más de 40 organizaciones ligadas a la defensa territorial y ambiental además de algunas propalestinas en Chile, así como la importante decisión del Movimiento Social por la Recuperación del Agua y la Vida de apoyar la iniciativa de denuncia de lavado de imagen israelí, fue clave para quitarle una vez más el piso a este tipo de estrategias que buscan profundizar la sobreexplotación de los bienes comunes y la naturaleza por medio de lo que se conoce como “las falsas soluciones” ambientales.
Solo como ejemplo de que efectivamente Israel intentaba “enverdecer” su imagen, es que ya en 1937 (diez años antes de la creación del estado de Israel) se había creado la empresa nacional de aguas israelí, Mekorot, evidenciando la necesidad de controlar los recursos hídricos para el proceso de colonización. Esta misma empresa, cuestionada por organismos internacionales por hacer un “apartheid del agua” al pueblo palestino, ha estado rondando a las autoridades de Quillota y la Región de Valparaíso ofreciendo asesorías o, directamente, negocios, ante la grave sequía que afecta la zona.
Como botón de muestra del manejo hídrico israelí es la situación que se vive en Ramallah, ya que allí mientras los colonos israelíes acceden a 300 litros de agua per cápita, los palestinos no pueden consumir más de 70, treinta menos que los recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Es más, desde 1967 ningún palestino ha podido construir su propio pozo, pese a que el año 2011 el ejército israelí demolió 89 estructuras palestinas de abastecimiento y almacenaje de agua. Y en Gaza, donde el bloqueo israelí es total, el 95% del agua no es apta para consumo humano porque tiene un alto contenido de minerales y contaminantes, por lo que el 26% de las muertes de los gazatíes está relacionada con los problemas de abastecimiento hídrico y las enfermedades que eso trae consigo.
Represión garantizada para otros proceso de colonización
Por eso, hemos insistido reiteradamente en que este conflicto colonizador israelí no está allá lejos en Palestina, sino que está acá pasando entre nosotros, estudiantes, ambientalistas, mujeres, mapuche, trabajadores, funcionarios, académicos, personas comunes y corrientes. Eso es lo que nos enseña el BDS, que hay vínculos locales que desmantelar con un régimen opresor acá al lado nuestro. De hecho, mucho del armamento que la policía chilena usa para reprimir al pueblo mapuche y a los estudiantes y trabajadores, ya ha sido probado en las incursiones militares israelíes en Gaza. Incluso, los drones que son probados en población palestina son más caros, están mejor considerados y tienen la garantía de ser efectivos, justamente por haber demostrado una gran destreza en el cielo de la cárcel a cielo abierto más grande del mundo que hoy es Gaza. Por eso también hemos denunciado el paso del Buque Escuela Esmeralda por puertos israelíes instando a cortar con los lazos en el negocio de las armas.
Por otro lado, la empresa de celulosa CMPC de la familia Matte produce Celulosa Kraft de eucaliptus en su planta Santa Fe ubicada en Nacimiento, región del Bio Bio, desde donde se envía principalmente al puerto de Lirquén. Desde ahí se embarca directo al puerto de Haifa en Israel exportando, según datos del año 2012, unos 29 millones de dólares equivalentes al 58% de las exportaciones de Chile a Israel.
Eso además de que mucha de la tecnología para mejorar la gestión hídrica que hoy se usa en la agricultura, fue creada para “re-poblar” el territorio de la Palestina Histórica. Obviamente, habría que ponerle ojo al proyecto de Bachelet de poner plantas desalinizadoras de agua de mar en cada región chilena para abastecer a la población (¡y no a la industria!) debido a la escasez hídrica que nos afecta de norte a sur, pues dicen que los maestros de esta tecnología se encuentran desarrollando tecnología al amparo del Estado de Israel para su proceso de colonización.
Finalmente, en Limache la bandera palestina flameó junto al movimiento Libres de Alta Tensión manifestándonos en contra de la generadora de energía israelí, IC Power, y así evitar de paso, la construcción del proyecto Cardone-Polpaico, el nuevo Hidroaysén que se configura desde Valparaíso hasta Atacama.
Se inició el boicot académico
Pero si hay algo en que realmente podemos decir que estamos avanzando, es en convocar a la comunidad de la Universidad de Chile, tanto a los estudiantes, como a los funcionarios académicos y no académicos, a adherir a esta campaña por los derechos humanos. Esto quiere decir, por un lado, cortar los vínculos que existen entre la Casa de Bello y las universidades israelíes que apoyan el régimen de apartheid, y por otro, apoyar la lucha del pueblo palestino en su proceso de liberación.
La mecha se encendió en la Facultad de Derecho con una manifestación en repudio a la conferencia del embajador israelí en Chile titulada “Israel en la ONU” que se mantenía en estricta reserva hasta unos días antes. Pese a la represión que se vivió al interior de la Universidad a vista y paciencia de algunos académicos, el BDS entró liberando espacios de discusión respecto de Israel, el pueblo palestino y el propio BDS como método de lucha que se prolongó durante meses, incluso con una votación de los estudiantes rechazando otra venida de algún representante de Israel.
Es que cuando se levanta la voz por el pueblo palestino, se suele incomodar, porque es una situación que ya parece demasiado normal. Sin embargo, los argumentos caen siempre a favor del oprimido.
Por eso, el BDS convoca a palestinizar las luchas, pero no desde “lo palestino”, sino desde la universalidad que representa la lucha por la vida. Si bien, el pueblo palestino enseña que vivir sin Estado es posible, también nos muestra cómo sostener una bandera por sobre los muros de la opresión.
palestina2
 Javier Karmy, integrante del Grupo de Acción  por Palestina (GAP)

jueves, 24 de diciembre de 2015

Llega la Navidad... Y mientras tanto, cerca de Belén...

 
 
 
 

La única "semidemocracia" de Oriente Medio

 
Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.


Hay que decir en voz alta que el ascenso de la derecha no es temporal, la ocupación es permanente e Israel es un Estado con dos regímenes: uno es bueno y es bueno para los judíos. El otro es malo, malvado y discrimina a los palestinos. Ahora es el momento de combatirlo. Digamos que todo lo que persigue el sueño de la derecha ocurre. La Fundación del Nuevo Israel deja de existir, así como Rompiendo el Silencio. Gideon Levy y Amira Hass desaparecen. Haaretz va por el camino de Davar, Hadashot y Al Hamishmar, todos ellos periódicos de bendita memoria. Meretz está moribundo, el presidente de la Lista Árabe Conjunta Ayman Odeh cumple con sus detractores y se calla, Isaac Herzog y su Partido Laborista mantienen su silencio locuaz y Reuven Rivlin, nuestro presidente, deja de tener opiniones. La Era Mesiánica, por cierto.
Desde la madrugada hasta la última hora de la noche vamos a escuchar la variada gama ideológica que va desde Erel Segal, Irit Linur, Hagai Segal, Sheldon Adelson y Baruch Marzel a Arieh Eldad, Yoaz Hendel e Israel Harel. Nadie les va a impedir que lleven a Israel a convertirse en un Estado paria y que se sientan, por extraño que parezca, víctimas y perseguidos porque este mundo extraño -democrático y respetuoso de la ley– nos ha echado fuera.
Queridos lectores, esta no es una pesadilla lejana de un perseguido de izquierda. Este es el ideal vigente de muchos líderes y representantes de la derecha, tal vez incluso la mayoría de ellos. Y yo digo: ¡allí vamos! Es importante que esto suceda. No debemos interponernos en su camino. Todo lo contrario, tienen nuestra bendición, salgan y den todo lo que tienen. Ustedes están en el Gobierno, son el Gobierno, hagan con él lo que quieran. Y algún día, tal vez, nos volveremos a encontrar en el cuarto de votación (si tal cosa sigue existiendo).
Durante muchos años la derecha pudo hacer lo que quería: amotinarse en los territorios, anexar y oprimir, porque los tontos de la izquierda convalidaron todo. Cuando construyeron en las colinas, robaron la tierra y despojaron a los habitantes originarios de los territorios, viajamos por el mundo y tranquilizamos a los partidarios de Israel y a nosotros mismos. "Es temporal," prometimos. "Algo va a suceder en cualquier momento". Hillary Clinton vendrá y John Kerry regresará, Barack Obama sermoneará y Benjamin Netanyahu está en la Universidad Bar-Ilan.
Y así, mientras la retórica de "dos estados" aparece victoriosa en el mundo de las palabras, en el mundo de los hechos gobiernan las reglas de los conquistadores. Y aún están hambrientos de más. El escorpión quiere matar a la rana que lo llevó, una y otra vez, al otro lado del charco.  
Ha llegado el momento de que todos los príncipes de la izquierda y todas sus ranas dejen de dar sus servicios a los mecanismos autodestructivos de la derecha que se están aplicando a toda velocidad hoy en Israel. Debemos admitir de manera abierta e inequívoca: El ascenso de la derecha no es temporal, la ocupación es permanente e Israel es un Estado con dos regímenes: uno es bueno y hace bien a los judíos. El otro es malo, perverso y discrimina a los palestinos. A partir de aquí la batalla no es por los delirios de que la paz está a la vuelta de la esquina, ni sobre la creación de una realidad ilusoria según la cual en cualquier momento, de la nada, aparecerá un acuerdo de separación para redimirnos. Esta es una batalla de vida o muerte, entre un régimen de un solo Estado malo y un Estado que es bueno para ambos pueblos.
La izquierda israelí (cuya existencia es incierta) debe decir sin pelos en la lengua: Estamos hartos de ser una pequeña hoja de parra para su gran desnudez. Vamos a ver si salen al mundo sin nuestra protección. Vamos a ver si continúan jactándose de que Israel es "la única democracia de Oriente Medio". Una democracia de un voto, una etnia, una religión, un primer ministro y unánime opinión pública. Hay modelos para esto en el mundo, Corea del Norte, por ejemplo, y la actitud internacional hacia ella. Usted es el único responsable y sólo usted puede asumir las consecuencias.
También hay que decir a la misma izquierda débil: No empieces ahora con pretensiones vacías de "responsabilidad" y "no debemos abandonar el Estado", y todas las otras cosas que terminan con sentarse alrededor de la mesa del gabinete. La real política de Israel requiere de dos cosas que ustedes no tienen. La primera consiste en ofrecer una alternativa integral, completa, para la cual luchar con uñas y dientes. La segunda es permitir la maduración y la finalización de los procesos. Nadie los eligió como salvadores de la derecha. Dejen que el "bibiísmo" siga su curso y caerá por su propio peso. Se cae en sus manos si usted está listo con una alternativa digna.
Todo el mundo debe reconocer lo obvio. Una guerra civil fría (por ahora) se está librando en Israel, entre Im Tirtzu y Rompiendo el silencio. El primero está en el poder y a pesar de sus quejidos está en ese lugar y es la fuerza bruta en su peor expresión. Para derrotarlo Rompiendo el Silencio debe convertirse en un gran movimiento político que va más allá del "paseo" terrible por la calle Shuhada de Hebrón, para romper por completo el silencio que rodea al fraude israelí: la democracia israelí está muriendo. En su estado actual es la única cuasi democracia en el Medio Oriente.
Y eso no es suficiente. Aunque permanezcamos en silencio o no, queramos o no, estos días ya están aquí. Ha llegado el momento de luchar por el bien de una democracia secular que pertenezca a todos los ciudadanos, en la que haya una separación total entre la religión y el Estado, cuyos recursos públicos se distribuyan de manera justa y transparente, donde haya igualdad constitucional plena entre hombres y mujeres, mayoría y minoría, religiosos y seculares y que sea amante de la paz, generosa, no de ocupación ni tampoco de anexión.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.692851

jueves, 10 de diciembre de 2015

El privilegio exorbitante

Alfredo Apilánez

“El dólar es nuestra moneda, pero es su problema”
John Connally, secretario del Tesoro de Estados Unidos, 1971
“Apenas amanece y sale la luz, todos esperan sólo dinero, dinero”
Sebastian Brant, ‘La nave de los necios’
“Con el capital a interés se perfecciona este fetiche automático, el valor que se valoriza a sí mismo, el dinero que alumbra dinero, sin que bajo esta forma se trasluzcan las cicatrices de su origen. La relación social adquiere aquí su acabada mistificación, como la relación de una cosa (dinero, mercancía) consigo misma”
Carlos Marx

“El día en que la historia financiera del mundo cambió para siempre”. La categórica sentencia de Alejandro Nadal describe la convulsión acaecida el 15 de agosto de 1971 en Camp David, una idílica área recreativa a las afueras de Washington utilizada como residencia de verano y lugar de recogimiento por los “líderes del mundo libre”. Cerca de medio siglo después, muchos de los rasgos del capitalismo financiarizado, neoliberal y furibundamente imperialista de nuestros días podrían remontarse a aquel parteaguas. Una reducida task force, convocada de urgencia a la mansión presidencial, debate sobre la manera idónea de estabilizar las maltrechas finanzas imperiales. Negros nubarrones se ciernen sobre la otrora indisputable hegemonía estadounidense. El tío Sam atraviesa la primera crisis importante después de los “treinta gloriosos” años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Los efectos conjugados del agotamiento del “milagro” económico de posguerra, la inminente crisis del modelo productivo fordista -basado en el petróleo barato y en la preeminencia industrial de las multinacionales de Estados Unidos- y la colosal factura que suponía la empantanada aventura imperialista en Vietnam dislocaron el sistema monetario internacional creado en Bretton Woods en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Éste ligaba férreamente el dólar y el oro –el montante de dólares de cualquier país podía, en teoría, canjearse por el precioso metal de las cámaras acorazadas de la Reserva Federal de Estados Unidos a razón de 35 dólares la onza- actuando de mecanismo estabilizador del comercio internacional y de dique de contención ante los crecientes abusos monetarios del país emisor: si no hay oro no hay dólares. Así que cuando el desaforado crecimiento del complejo militar-industrial –propulsado a toda máquina por la criminal intervención en el sudeste asiático- y el surgimiento de poderosos rivales económicos al otro lado del océano erosionaron la pujanza de la locomotora imperial obligando a activar la temida “impresora de billetes” sin respaldo metálico, todo el sistema amenazó derrumbe inminente. Los déficits crecientes vaciaban aceleradamente las reservas de oro de Fort Knox en paralelo a la aguda pérdida de competitividad de la gripada fábrica del mundo ante las emergentes máquinas exportadoras alemana y japonesa: los viejos enemigos “mojando la oreja” del hegemon.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Olviden el ISIS, la humanidad está en juego



Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos.


Todavía recuerdo ese aspecto petulante en su rostro y después los comentarios como si tal cosa que hicieron reír con ganas a los periodistas occidentales. “Ahora les voy a enseñar una foto del hombre más afortunado de Iraq”, dijo el general Norman Schwarzkopf (conocido como ‘ Stormin ’ Norman) en una rueda de prensa allá por 1991 mientras mostraba un vídeo de un bombardeo estadounidense que destruía un puente iraquí segundos después de que un conductor iraquí lograra cruzarlo.
Pero entonces, en 2003, siguió una invasión y guerra mucho más injusta, después de un asedio que duró una década y costó a Iraq un millón de sus niños, además de toda su economía.
Aquello marcó el final de la sensatez y la disipación de toda ilusión pasada de que Estados Unidos fuera amigo de los árabes. Los estadounidenses no solo destruyeron la pieza central de nuestra civilización y de nuestra experiencia colectiva que habían durado siglos, sino que disfrutó degradándonos en ese proceso. Sus soldados violaron a nuestras mujeres con obvio deleite. Torturaron a nuestros hombres y posaron en fotos con los cuerpos muertos y mutilados, unos recuerdos para prolongar la humillación durante la eternidad, masacraron a nuestro pueblo y lo explicaron en términos refinados como daño colateral necesario e inevitable, volaron nuestras mezquitas e iglesias, se negaron a aceptar que lo hecho en Iraq a lo largo de veinte años constituye posiblemente crímenes de guerra.
A continuación expandieron su guerra y la llevaron tan lejos como podían alcanzar los bombarderos estadounidenses, torturaron y arrastraron a sus prisioneros a bordo de grandes barcos argumentando astutamente que la tortura en aguas internacionales no constituye un crimen, colgaron a sus víctimas en cruces y las fotografiados para entretenimiento futuro.
Sus artistas, expertos mediáticos, intelectuales y filósofos hicieron carrera diseccionándonos, deshumanizándonos, despreciando cuanto nos es querido; no se libró un solo símbolo, profeta, tradición, valor o conjunto de conductas. Cuando reaccionamos y protestamos por desesperación, nos censuraron aún más por ser intolerantes al no apreciar el humor ante nuestra desaparición, utilizaron nuestros gritos airados para poner aún más de relieve su sentimiento de superioridad y nuestra humildad impuesta.
Afirmaron que fuimos nosotros quienes empezamos todo. Pero mintieron. Fue su redomado y exagerado sentimiento de superioridad lo que les hizo considerar que el 11 de septiembre de 2001 era la inauguración de la historia. Carecía de importancia todo lo que nos habían hecho, todas las experiencias coloniales y la interminable carnicería de personas morenas y negras, de cualquier hombre o mujer que no tuviera su aspecto o mantuviera sus valores.
Los millones de personas que murieron en Iraq no fueron considerados un contexto viable para entender históricamente el terrorismo; de hecho, el terrorismo se convirtió en nosotros; todo el concepto de terrorismo, que es la violencia infligida a civiles inocentes con una finalidad política, de pronto de convirtió en un rasgo totalmente árabe y musulmán. Visto con perspectiva, la masacre estadounidense-occidental-israelí de vietnamitas, coreanos, camboyanos, palestinos, libaneses, egipcios, sudamericanos y africanos se libró de toda censura. Sin embargo, cuando los árabes trataron de resistir, se les consideró los causantes de la violencia, los heraldos del terrorismo.
Además, llevaron a cabo experimentos sociales y demográficos masivos en Iraq, que después se desataron por todo Oriente Medio. Enfrentaron a sus víctimas entre sí: los chiíes contra los sunníes, los sunníes contra los sunníes, los árabes contra los kurdos y los kurdos contra los turcos. Lo llamaron estrategia y se felicitaron a sí mismos por haber hecho bien el trabajo mientras supuestamente se retiraban de Iraq. Hicieron caso omiso de las consecuencias de trastocar civilizaciones que se han ido desarrollando a lo largo de siglos.
Cuando sus experimentos fracasaron, culparon a sus víctimas. Su artistas, expertos mediáticos, intelectuales y filósofos acudieron en tropel a toda plataforma pública para informar al mundo de que el error garrafal del gobierno Bush había sido el haber asumido que los árabes estaban preparados para la democracia y también que a diferencia de los japoneses y los alemanes, los árabes estaban hechos de lágrimas, sangre y carne diferentes. Mientras tantos, los mejores hombres árabes fueron violados en sus cárceles, secuestrados a plena luz del día, torturados en inmensos barcos en aguas internacionales donde no se aplicaba la ley.
Cuando los estadounidenses y sus aliados afirmaron que habían abandonado la zona, dejaron tras de sí naciones ensangrentadas y empobrecidas, que se lamían las heridas y buscaban cadáveres bajo los escombros en paisajes diversos y macabros. Con todo, los estadounidenses, los británicos, los franceses y los israelíes siguen orquestando sus elecciones democráticas en torno al debate sobre quién nos atacará más duramente, nos humillará más, enseñara la lección más inolvidable y en las comedias de última hora de la noche se mofan de nuestro dolor.
Nosotros, a continuación, surgimos como la hierba del desierto, nos multiplicamos y deambulamos por las calles de Rabat, Bagdad, Damasco y El Cairo pidiendo una revolución. Queríamos democracia por nuestro propio bien, no la democracia manchada de sangre de Bush. Queríamos igualdad, cambio y reformas, y un mundo en el que Israel no destruya habitualmente Gaza y los niños de Derra puedan protestar sin que se les dispare, donde los dirigentes no se hagan pasar por divinidades ni les entusiasmen los infinitos arsenales de sus benefactores occidentales. Aspirábamos a una vida en la que la libertad no sea una destartalada y sombría travesía por mar hacia algún horizonte incierto donde se nos trata como basura humana en las calles de las tierras occidentales.
Sin embargo, fuimos aplastados, pulverizados, encarcelados, quemados, golpeados y violados, y una vez más se nos dijo que todavía no estamos preparados para la democracia, preparados para ser libres, para respirar, para existir siquiera con un ápice de dignidad.
La mayoría de nosotros todavía estamos luchando por nuestras comunidades, otros se desesperaron: tomaron las armas, fueron a la guerra y lucharon contra cualquiera a quien consideraran enemigo, lo cual eran muchas personas. Otros enloquecieron, perdieron su sentido de humanidad, exigieron venganza al creer trágicamente que se puede lograr la justicia haciendo a otros lo que le han hecho a uno. Se les unieron otras personas que se dirigían a Occidente, algunas de las cuales habían huido de la miseria de sus países pero que descubrieron que su utopía se había arruinado con la alienación, el racismo y la negligencia, repletos de un petulante sentimiento de superioridad conferido por sus antiguos amos.
Se convirtió en un círculo vicioso y a pocas personas parece interesarles actualmente revisar las conquistas hechas en Iraq y Vietnam por el general Schwarzkopf, con su actitud petulante y la diversión de los periodistas occidentales, para saber qué fue lo que en realidad se hizo mal. Se siguen negando a admitir la historia, la sangrante herida palestina, los destrozados revolucionarios egipcios y el sentimiento destruido de nación iraquí, las ensangrentadas calles de Libia y los espantosos resultados de todas las guerras terroristas occidentales, con políticas dominantes extranjeras ciegas y sedientas de petróleo que han destrozado como nunca se había destrozado antes la Cuna de la Civilización.
No obstante, esta violencia ya no afecta solo a los árabes, aunque los árabes y musulmanes siguen siendo los destinatarios principales de su horror. Cuando los militantes engendrados por Estados Unidos y sus aliados se sintieron acorralados se abrieron en abanico por cada rincón del planeta matando a personas inocentes y gritando el nombre de Dios en el último momento. Hace poco vinieron a por los franceses, un día después de haber volado en pedazos a los libaneses y unos días antes a los rusos y después de aquello a los turcos y kurdos, y simultáneamente a los sirios e iraquíes.
¿Quiénes son los siguientes? Nadie lo sabe realmente. Seguimos diciéndonos a nosotros mismos que “no es más que una transición” y que “todo estará bien una vez que se asiente el polvo”. Pero los rusos, los estadounidenses y todo el mundo sigue bombardeando, todos ellos insistiendo en que están bombardeando a las personas correctas por una razón correcta, aunque sobre el terreno todo el mundo dispare a quien considere su enemigo, el terrorista, una definición que a menudo se redefine. Sin embargo, pocas personas alzan la voz para reconocer la humanidad y la condición de víctima que compartimos.
No, no esperen siempre que las siglas ISIS den una explicación de todo lo que va mal. No se puede justificar a quienes orquestaron la guerra contra Iraq y quienes alimentan la guerra en Siria y arman a Israel.
La cuestión clave es o bien vivimos dignamente juntos o bien seguimos pereciendo solos, tribus enfrentadas y naciones consternadas. No se trata solo de bombardear indiscriminadamente, lo que está en juego es nuestra humanidad, de hecho, el futuro de la raza humana.

Dr. Ramzy Baroud  escribe sobre Oriente Medio desde hace más de 20 años. Es un columnista internacional, consultor de los medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres). Su página web es ramzybaroud.net