Todo lo que no escribiste será usado en tu contra
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Cuando no escribimos -ni documentamos- nuestras luchas, cuando no escribir es un manifiesto de indolencia. Cuando nos gana la pereza o la abulia, cuando llueven las excusas y las evasivas… alguien llenará los vacíos y hará realidad una de nuestras peores pesadillas: El enemigo escribiendo nuestra historia. Sin atenuantes.
Ya hay ejemplos a granel, con resultados
humillantes y dolorosos salidos de ciertas “plumas eruditas” que se
regodean “tan callando” por haber asestado su golpe lenguaraz en los
occipitales de la Historia. Y jaque mate, todo lo que digamos será
extemporáneo, segundo, tardío y defensivo. ¿Piensas que el enemigo
regalará el campo de batalla de la memoria para que levantemos, cuando
queramos, nuestros monumentos nemotécnicos libremente?
La
oligarquía entrena historiadores, críticos de arte, filósofos,
sociólogos… para que den cuenta, a su modo y capricho, sobre las cosas
que nunca ocurrieron como ellos dicen, que nunca se enunciaron con la
idiosincrasia de ellos y que nunca fueron tan poca cosa como la que
ellos dicen y les conviene. Siempre. Cientos de revoluciones artísticas,
científicas, políticas y económicas… han sido planchadas por el estilo
del bienestar becario conque es asfixiada la poca imaginación y la
sintaxis acartonada tributarias a la ideología de la clase dominante.
Sin sabor, sin alma, sin fuego.
Incluso las más grandes
audacias de la inteligencia rebelde aparecen, en muchos relatos
oligarcas, reducidas a un anecdotario infestado por grandilocuencias
efectistas o por desbordes de admiración truculenta que se diluyen en el
individualismo, el solipsismo y el anecdotario de épocas siempre
superadas. Según la pluma que se alquile. No importa si se trata de una
biografía, de un invento tecnológico, de una movilización o de un
proceso revolucionario… en manos de nuestros enemigos todo eso es parte
“natural”, pero disfuncional, de un sistema económico y político
inamovible del que se habla poco y nada para no incomodar a los
patrocinadores. Nunca se hablará de una revolución triunfante desde el
corazón del sistema. Pero la verdad es que se trata de un artificio
viejo como la humanidad para lavar cerebros a destajo con jabones de
resignación e impotencia.
Cuando otros relatan nuestras luchas
se apoderan primero de las sustancias semióticas más suculentas.
Manosean el espíritu lo prostituyen y lo someten a un cachondeo de
conveniencias donde es irreconocible el sentido de la lucha porque se la
reduce a un catálogo de incidentes disociados. Cosas de gente
“idealista” o “utópica” en el mejor de los casos. El enemigo escribe lo
de nosotros y sobre nosotros para destruirnos. No esperemos misericordia
y menos de plumas esmeradas en torturar a la verdad con finezas
sintácticas y muchos “datos”.
Ellos andan a la búsqueda de
nuestras historias para cometer su crimen de lesa realidad desfalcando
nuestros símbolos y nuestra semántica. Quedamos desfigurados y sin
ánima, encarcelados en algún género literario de moda capaz de convertir
nuestras luchas en mercancía para el entretenimiento de la oligarquía.
Con “Final feliz”. Ellos salen de cacería diariamente, sueltan a sus
lebreles “intelectuales”, “artistas” o “académicos” hambrientos de fama y
palmaditas en el lomo bancario para que vuelvan con una o varias presas
históricas y las conviertan pronto en platillos de gourmet ideológico a
la carta. Condimentados según su paladar de clase y según sus urgencias
“educativas” para domesticar a las masas: para que aprendan a no
escribir la historia.
Cada renglón que no escribamos, cada
párrafo y cada página que dejemos al abandono… serán usados en nuestra
contra. La historia del teatro popular, la historia de la ciencia
emancipadora, la historia de las luchas obreras, campesinas o
universitarias. La historia de las revoluciones de género, la historia
de los avances estéticos emancipadores, la historia de las historias
revolucionarias… todo será pulverizado en la licuadora mental hegemónica
para dejarnos sin historia y sin herencias. Hay que ver cómo cuentan
las enciclopedias la historia del mundo, lo que se enseña en las
escuelas, cómo se escribe y enseña la filosofía y la ciencia… para
entender la dimensión de la cacería a que es sometida la inteligencia en
manos de los eruditos del engaño y sus filtros ideológicos anestésicos.
Con mil esfuerzos y remando siempre contracorriente, las
fuerzas revolucionarias en todos los ámbitos de la lucha, han puesto e
impuesto victorias que, si nos descuidamos, quedan enmudecidas bajo la
retórica de los usurpadores sintácticos que, cuando no
invisibilizan, banalizan nuestras batallas. ¿Y nosotros qué hacemos? No
pocas veces berreamos como niños a quienes les han arrebatado sus
caramelos y no pocas veces se tapa con “lágrimas” la irresponsabilidad
política de no dar cuenta a la posteridad sobre la obra realizada. Muy
mal.
De los nuestros no son pocos los aguardan el
“financiamiento espectacular” para la obra cumbre. No son pocos los
lamentan su “mala suerte” y sus pocas “artes literarias” para justificar
no haber producido el testimonio de la lucha propia o de conjunto que
ocurrió, y que ocurre, en las filas de las millones de revoluciones que
en el mundo existen así no se vean a “simple vista”. Y todo eso implica
una forma de derrota convertida en “culpa” personal con la que no pocos
compañeros se lamentan diariamente mientras dan por perdida la
oportunidad de resarcirse ante quienes inician o continúan las
contiendas que nos comprometen. Y no es justo.
Y si todo lo
aquí dicho fuese exagerado, hagamos un recuento minucioso y sincero
sobre las tantas historias que debimos haber contado sobre las luchas a
las que entregamos la vida. Las verdaderas luchas, las de cuerpo y alma,
las de la coherencia y la permanencia, las de la unidad y las
permanentes. Cotejemos con las páginas que escribimos o coleccionamos al
respecto. No es improbable que el balance arroje un paisaje desigual y
desafiante en el que lo tanto vivido no tenga reflejo real ni completo
en lo publicado y difundido. Es esa una de nuestras más grandes
debilidades y errores. Una deuda enorme con aquellos por lo que luchamos
y que ni siquiera se han enterado. ¿Lo anotaste?
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez. Universidad de la Filosofía
Blog del autor: http://fbuenabad.blogspot.com/
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