Luis E. Sabini Fernández
Rebelión
7 de Febrero de 2017
7 de Febrero de 2017
Uno a menudo queda atónito, con una sensación profunda de desagrado, interrogándose acerca de cómo pueden soldados israelíes cometer algunos actos tan miserables, abusivos, tan desoladoramente inicuos.1
Y
uno hace tales juicios a partir de sus puntos de vista. Implícita,
inconscientemente, uno elabora estos juicios o sensaciones a partir de
sus propios patrones de conducta.
Pero hay que conocer las raíces
de tales comportamientos para mejor entender la situación. Que no
significa, necesariamente, aceptarla, como podríamos deducir del famoso
pensamiento de Mme. de Stäl; “Comprenderlo todo es perdonarlo todo”.
El abordaje de los textos de los fundamentalistas judíos, particularmente los articulados en organizaciones como Gush Emunim,2 nos permite ingresar al universo de valores de sus sostenedores y captar sus puntos de vista.
Antes
de abordar este universo, quiero hacer una referencia, un
agradecimiento y un reconocimiento a Israel Shahak, el judío polaco
internado en 1943, a los 10 años, en un campo de concentración nazi
junto con sus padres, del cual escapan la madre y él luego de la muerte
de su padre y que al final de la guerra se embarca gozoso como novel
sionista en un barco con rumbo a Palestina, es decir Sion. Según el
mismo Shahak, ese viaje y la organización verticalista de la tripulación
sionista a bordo, lo puso en alerta respecto de ese mensaje. Pero era
adolescente e iba a tardar unos años en darse cuenta que el sionismo y
su portavoz David Ben Gurion querían algo radicalmente distinto a lo que
él valoraba.
Sus muchas contribuciones revelaron siempre que la
humanidad (lo universal) se anteponía a la comunidad o la tribu (lo
particular), como aconteció con su denuncia de un episodio en que un
judío piadoso no acepta en sabbath ceder su teléfono para una asistencia médica urgente a un no-judío.
Shahak
se dedicó a traducir al inglés sugestivos textos que hasta entonces
circulaban sólo en hebreo. Gracias a él, entonces, hemos podido acceder
en los ’80 al Plan denominado con el nombre de su autor, Oded Yinon, un
estratego israelí que diseña el viejo “Divide y vencerás” sobre los
estados y países limítrofes o cercanos a Israel (Irak en 3 partes,
Egipto en 6, Sudán en 2, Siria en 5, etcétera).
Shahak también
ha traducido al inglés textos fundamentalistas de la religión judía que
arrojan luz sobre los comportamientos tanto de la sociedad israelí como
de sus elencos religiosos y militares para con los palestinos (y otras
poblaciones no judías).
Es imposible magnificar el significado de
la labor esclarecedora de Shahak respecto de textos de las
organizaciones religiosas que han ido tomando cada vez más peso dentro
de la militarizada sociedad israelí. Textos escritos en hebreo y que a
menudo dichas redes muy sectarias ni siquiera traducen para sus propias
reparticiones fuera del país. Es de imaginar que si entre judíos está
restringida la circulación de algunos pensamientos, ¡lo que quedará para
“el mundo exterior”, el “ancho y ajeno”!
Glosaremos sucintamente el trabajo de Shahak y Mezvinski (en adelante, SyM) titulado El fundamentalismo judío en Israel. 3
Sabemos
que la formación del Estado de Israel proviene de una curiosa
combinación de judíos askenazíes que tenían un muy débil vínculo con la
tierra palestina, asiento histórico de diversas poblaciones, entre ellas
la judía, que a menudo coexistieron. La población judía no fue ni la
originaria ni la única ni la última.
El sionismo surge como un
movimiento de reafirmación de la perseguida identidad judía. Pero no
surge en cualquier lugar de la difundida territorialidad judía de fines
del s XIX. Surge específicamente en la comunidad askenazí de la Europa
Central. No surge, por ejemplo, en las numerosas poblaciones judías
existentes en el mundo islámico. Theodor Herzl, uno de sus fundadores,
estaba convencido que la solución a los padecimientos judíos, a su
discriminación, a la maldición cristiana contra los que condenaran a
Cristo pasaba por hacer “rancho aparte”. Llega a estimar, en términos
político-tácticos, al antisemitismo como un aliado para favorecer esa
separación.4
El
sionismo se presenta inicialmente como un movimiento laico, no
confesional, pero que no quiere romper con la religión judía, en
realidad parece querer aprovecharse de ella. Poco a poco empiezan a
entender que el único vínculo ligador (religare, origen
etimológico del vocablo religión) que tiene lo judío es lo religioso; la
Torah y otros libros “sagrados”. Pero por eso también se va
constituyendo cierto judaísmo refractario al hecho sionista. 5
Desde
el comienzo el sionismo emplea un doble mensaje que no se sustenta en
dialéctica alguna: ─encarnamos una solución social, material, para
erigir un estado judío y lo hacemos en el territorio que Yahvé “nos” 6 encomendara (hace siglos, más bien milenios). ¿Materialista y terrenal o místico en contacto con alguna divinidad?
E
inmediatamente, llevando el proyecto a la realidad: ¿Cómo se puede
elaborar semejante solución a la vista de toda la población (palestina)
que habitaba esa misma tierra, que la Biblia denomina Sión y que los
contemporáneos denominaban Palestina? 7
Palestinos que el mismísimo Ben Gurion calificaba como los verdaderos
descendientes de los judíos bíblicos (islamizados). Claro que eso lo
dice Ben Gurion hasta fines de la década del ’20, luego, nunca jamás.
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