Les faltaban las cámaras que hoy sobran, ésa es toda la diferencia. RKS.
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. |
Las decapitaciones
filmadas de rehenes occidentales en Iraq y de un guía turístico francés
en Argelia suscitan legítimamente un sentimiento de horror y una condena
unánime y sin paliativos. Estos demenciales asesinatos no pueden ser
sino obra de criminales perversos al servicio de una ideología
pervertida. Estas macabras puestas en escena llegan después de imágenes
igual de insoportables que muestran ejecuciones masivas de hombres
desarmados. Sin embargo, unos medios e intermediarios políticos en
Occidente manipulan fríamente la emoción que provoca este teatro de la
crueldad. El calificativo que se repite sin cesar de “barbarie”,
perpetrada por “bárbaros”, responde a la voluntad de deshumanizar a los
autores de estas atrocidades. Fuera de los límites de la Civilización,
ya no les compete el derecho común ni están sometidos a las leyes
ordinarias. Conforme a sus costumbres establecidas y a sus
experimentadas tradiciones, para la propaganda blanca se trata de
denunciar la barbarie irreductible del “otro”, presentado como una
totalidad indistinta para, más allá de los criminales, someter o
exterminar mejor a toda una sociedad. O, como en los casos de Iraq y
Siria, destruir los Estados.
Los órganos de propaganda representan
estos asesinatos mediáticos como actos irracionales de una alteridad
radical, casi no humana. Pero, mucho más que eso, desde las escalas de
Levante a las de Barbería estas atrocidades serían inherentes a una
esfera étnico-religiosa, el Islam, que a pesar de los matices
lingüísticos, sigue siendo intrínsecamente peligroso, casi
incomprensible y opuesto sistemáticamente a un Occidente cuyos valores
humanos, por esencia y definición, son definitivamente superiores a
todos los demás.
En una descarada aunque claramente asumida
amalgama, los policías del pensamiento conminan a desolidarizarse
públicamente de estos crímenes a los musulmanes de aquí y de allá,
sospechosos de connivencia “cultural” con los asesinos. Se les conmina a
aprobar la nueva guerra de Occidente en Oriente Próximo y los
bombardeos “vengadores” decididos por la Civilización.
Estos
argumentos de una propaganda esencialista cuyo objetivo es criminalizar
a unas comunidades en su totalidad son odiosos y totalmente necios.
Esta propaganda de estigmatización y de culpabilización es tanto más
inaceptable cuanto que estos periodistas-fiscales estarían
particularmente bien situados, si hicieran bien su trabajo, para
mencionar en su condición de especialistas la sistemática brutalidad y
unos excesos de un inaudito alcance sanguinario de aquellos cuyas armas
se vuelven desde hace décadas contra las poblaciones árabo-musulmanas.
Estos
periodistas que repiten sin cesar la palabra “barbarie”, ¿qué han
escrito sobre los cientos de miles de personas civiles muertas en Iraq a
consecuencia del fósforo blanco y de las municiones de uranio
empobrecido utilizados contra poblaciones civiles? ¿Quién de estos
dechados de Civilización ha mencionado la suerte de estas decenas de
niños con malformaciones genéticas en Faluya y en otros lugares a
consecuencia del uso de armas inteligentes?
¿Se oyeron los gritos
de indignación de esta prensa en posición de firmes cuando la muy
civilizada Madeleine Albright, ex secretaria de Estado estadounidense,
justificaba la muerte de medio millón de niños iraquíes? ¿Quién de esta
prensa o de estas cadenas de televisión se sublevó ante el hecho de que
en este país de los derechos humanos criminales cuando menos igual de
sádicos que los del Estado Islámico pudieran morir en su lecho gracias a
las amnistías y a la amnesia del Estado?
Pero
no es en absoluto necesario remontarse a las guerras coloniales en
nombre de la “Ilustración” de la generación anterior para reconocer la
misma brutalidad contemporánea, igual de indecente, que se envuelve en
los valores de la Democracia y los Derechos Humanos. Así, Barack Obama,
premio Nobel de la paz, puede emprender siete guerras desde que recibió
esta distinción que ha perdido definitivamente cualquier significación
moral. ¿Quién de estos medios menciona las decena de miles de víctimas
inocentes en todo el mundo de los ataques de los drones? ¿No es
“barbarie” la muerte de quinientos niños y niñas de Gaza bajo los
misiles guiados y las bombas “inteligentes”? Del mismo modo, los
bombardeos de escuelas administradas por la ONU serían como mucho daños
colaterales de ataques quirúrgicos. Es cierto que sin imágenes y
sepultados bajo la mistificación y el silencio cómplice de los
periodistas a caballo entre la información y el entretenimiento no
existen las decenas de miles de muertos de las guerras asimétricas.
Simples estadísticas, los cadáveres destrozados de las personas pobres e
indefensas no suscitan emoción alguna.
Por consiguiente, no hay
ninguna necesidad de hacer investigaciones minuciosas para descubrir que
la realidad de la “barbarie” es muy diferente de lo que quiere hacer
creer esta prensa en uniforme de combate. Tampoco se intentará
establecer aquí la genealogía política del Islam fanático fabricado por
las monarquías del Golfo y armado por Occidente. ¿Quién se acuerda de
los misiles franceses Milan, de las armas inglesas y estadounidenses
generosamente suministradas a los “muyaidines” afganos, ayer luchadores
por la libertad y hoy talibanes extremistas?
Las
puestas en escena de asesinatos abyectos en unas circunstancias
horribles por psicópatas apolíticos no pueden, en ningún caso, servir de
pretexto para manipulaciones cargadas de ocio. El discurso de la
barbarie proferido por los intermediarios de la propaganda, destinado a
designar a falsos enemigos internos, tiene por objetivo hacer callar a
aquellos musulmanes en Europa que denuncian las aventuras guerreras en
Oriente Próximo. Tiene por objetivo hacer olvidar los crímenes cometidos
por los aliados de Occidente y también, jugando con el miedo, arrojar a
unas minorías visibles “de aspecto musulmán” a una opinión pública
machacada mediáticamente a la que desde hace años se trata de
condicionar. Estas gesticulaciones en torno a una denominada barbarie
musulmana no logran ocultar la sangrante verdad de un Occidente
colonialista ayer e imperialista hoy, que asume sin discontinuidad desde
el siglo XIX sus guerras eminentemente civilizadas y muy sanguinarias
en el mundo musulmán. Los criminales del Estado Islámico han asistido a
una buena escuela.
En el experimentado dispositivo de preparación
psicológica la barbarie del otro es la justificación última de la
guerra. Ahora bien, las “guerras” eternas contra el terrorismo que se
emprendieron hace décadas, lejos de haber contenido el fenómeno, lo han
generalizado y hecho más complejo. Por consiguiente, a la luz de la
experiencia apenas cabe la duda de que el rechazo de los enfoques
políticos y la fascinación por la guerra manifestados por los dirigentes
occidentales no producirá sino un aumento de la subversión, además de
una peligrosa regresión del derecho internacional.
Los primeros y los peores bárbaros están entre nosotros.
Fundación Frantz Fanon, 27 de septiembre de 2014
Fuente: http://fondation-frantzfanon.com/article2250.html
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