Haaretz
Traducido del inglés para Rebelión por J. M. |
No hay
prácticamente ningún servicio de combate en el ejército israelí que no
implique a soldados que llevan a cabo misiones despreciables como la que
se describe a continuación.
Las
fuerzas de seguridad israelíes tienen un niño en custodia durante una
protesta en Kafr Qaddum, diciembre de 2016. Nedal Eshtayah / Agencia
Anadolu
Se reunieron en la estrecha calle, en
una noche fría y oscura. Estaban tensos. El aullido de un chacal
distante rompió el silencio. Para algunos era su primera misión
operativa. Siempre la habían soñado y habían estado en el entrenamiento
por un largo tiempo. La adrenalina estaba fluyendo, de manera que les
gustó. Esto es para lo que se alistaron.
Antes de partir
enviaron un mensaje a sus padres para decirles que no se preocupasen.
Cuando irrumpiera el amanecer y regresasen a salvo a su base les
mandarían otro texto. Sus madres no les preguntarán lo que hicieron y
ellos no lo van a contar. Así es siempre. Sus padres están orgullosos de
ellos: son los soldados de combate.
A medida que se formaban
antes de salir sus comandantes comprobaron sus equipos y municiones y
les dieron sus órdenes finales. El oficial de inteligencia les dijo de
los dos hombres buscados, que debían encontrar a cualquier precio.
Entonces la fuerza salió a la noche. Treinta soldados. Se fueron a la
colina a pie.
Llegaron a su destino en algún momento después de
la medianoche. El pueblo estaba sumido en el sueño, las luces de
seguridad de color naranja del asentamiento guiñaban en la distancia. Y
se dio la orden: ¡Ataque!
Saltaron a la puerta trasera de la
casa y la sacudieron hasta que casi la arrancaron de sus goznes. Una
tenue luz emanaba de la segunda planta y un hombre bajó en pijama, aún
medio dormido, para abrir la puerta de metal. Ninguno de ellos se
preguntó qué estaba haciendo allí. Quizás pasará cuando crezcan un poco
más.
Los cuatro primeros entraron con sus ametralladoras en la
mano, listas. Máscaras negras cubrían los rostros. Sólo sus ojos
asomaban. Empujaron a los aterrorizados palestinos hacia atrás. Él trató
de explicarles que los niños estaban durmiendo y no quería que se
despertasen con la visión de un soldado enmascarado encima de su cama.
Los soldados querían a Tariq. Y también a Maliq. Ordenaron a los
palestinos conducirlos a ellos. Los dos hombres buscados dormían en una
habitación que estaba toda de azul, incluidas las sábanas. Los soldados
les despertaron a gritos. Los hombres buscados despertaron en estado de
pánico.
Los soldados les ordenaron que se levantaran. Entonces
agarraron sus brazos, los empujaron hacia dos habitaciones separadas y
los encerraron allí. Otros soldados irrumpieron en la casa, cuyos
habitantes habían despertado en el ínterin. Mahmoud, de seis años,
comenzó a llorar: "¡Papá, papá!"
Los soldados advirtieron a los
dos hombres buscados de que no se atrevieran a participar en ninguna
otra manifestación. "La próxima vez te vamos a disparar o arrestarte",
dijeron a Maliq. Él permaneció encerrado durante unos 40 minutos, hasta
que la fuerza se fue. En su camino hacia la salida los soldados lanzaron
granadas de aturdimiento en los patios de las casas por las que
pasaban, la guinda del pastel.
Todo esto ocurrió hace unos 10 días en Kafr Qaddum. Todo ello sucede todas las noches en toda Cisjordania.
Los dos hombres buscados tenían entre 11 y 13 años. La voz de Tariq aún
no ha cambiado y Maliq tiene una sonrisa tímida. Desde esa noche van a
dormir solo en la cama de sus padres. Mahmoud ha empezado a mojar la
cama. La pesada fuerza de soldados entró en la oscuridad de la noche
sólo para intimidarles y, tal vez, también para mantener su
superioridad.
El portavoz de la unidad del ejército de Israel
no se avergonzaba al decir: eso es lo que hacen soldados del ejército
israelí. "Los soldados hablaron con los jóvenes que habían participado
en las manifestaciones regulares en Qaddum". Mantienen conversaciones
nocturnas intimidatorias con niños. Es para lo que se alistaron. Eso es
de lo que están orgullosos.
Kafr Qaddum, vale la pena
señalarlo, es un lugar que merece respeto. Ha estado luchando durante
unos cinco años, con valor y determinación, por la reapertura de su
camino de acceso que fue bloqueada debido al asentamiento de Kedumim. El
asentamiento había crecido hasta el borde de la carretera, lo que llevó
a su cierre.
El viernes pasado Amos Harel informó a Haaretz
de un fuerte descenso en el número de hombres jóvenes de familias
acomodadas dispuestos a prestar servicio en unidades de combate. La
Policía de Frontera es ahora la unidad más codiciada y sus puertas están
atestadas por los sectores más débiles de la sociedad, a los que Israel
incita cínicamente contra los palestinos, por lo que todos ellos
quieren ser sargentos como Elor Azaria.
Tal vez sea bueno que
los ricos estén abandonando el servicio en los territorios. O tal vez es
malo, porque están dejando paso a los demás. Hoy en día prácticamente
no hay servicio de combate en el ejército israelí, que no implique la
realización de misiones despreciables como la operación en Kafr
Qaddum.
Este viernes, o el siguiente, Tariq y Maliq reanudarán
las manifestaciones en el camino y tal vez también van a lanzar piedras.
No olvidarán los terrores de esa noche tan rápidamente; esos terrores
darán forma a sus conciencias.
¿Y los soldados? Ellos siguen siendo héroes, a sus propios ojos y a los de su pueblo.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.765005
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.
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