Meir Margalit |
02/11/14 |
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Jerusalén
arde. Desde hacen ya cuatro meses una ola de disturbios ha arrasado
Jerusalén Oriental y, a esta altura de los acontecimientos, nadie puede
predecir adonde nos conducirá. Este levantamiento posee
caracteristicas muy particulares- es espontaneo, carece de liderazgo y
esta dirigido casi exclusivamente por adolecentes y jovenes que no llegan a los 20 años. Todo estalló con el brutal asesinato de Muhamad Abu Khder, un joven de 16 años, el 3 de julio, y
cobró dimensiones descomunales durante la guerra en Gaza. Desde aquel
entonces, la violencia se ha extendido por todo Jerusalén Oriental y la
torpe reaccion israelí, basada sola y exclusivamente en el uso de
fuerza policial, incrementada por una serie de pésimas desiciones
gubernamentales -como permitir que los colonos se apropien de nueve
edificios en la aldea de Silwan o, lo que es mucho mas peligroso,
permitir la entrada de judios nacionalistas a la Explanada de las
Mezquitas durante las fiestas hebreas de octubre, alimentaron las
llamas hasta un punto que nadie sabe ahora como contener. Una buena
descripcion de los acontecimientos se puede leer en Al-Monitor.
Si bien no podemos predecir como acabará todo este proceso, los
efectos parciales de este levantamiento ya son evidentes: la fórmula
"Jerusalén, capital eterna y unificada de Israel", ha colapsado,
fracasado, rotundamente. El único problema es que el gobierno israelí todavía no se ha percatado.
La
reacción israelí ha sido sumamente severa y exagerada. Se debe a que
los jóvenes insurgentes han desafiado al gobierno israeli, atentado
contra la autoridad y, para el gobierno israelí la estabilidad de sus
instituciones depende de la recomposición de su imagen de autoridad y
del reestablecimiento del equilibrio de fuerzas entre israelíes y
palestinos. El objetivo de la represión no es restablecer el orden, sino restituir
el temor y volver a grabar en la carne de los palestinos el precio que
debén pagar por desobedecer las reglas israelíes y osar desafiar su
autoridad. Dichas redadas, que encajan dentro de lo que podría calificarse como actos
de terror estatal, han incluído arrestos multitudinarios, inundar las
calles de cantidades imprecedentes de gases lagrimógenos y fluidos
nauseabundos, demoliciones de viviendas, confiscación de vehículos por
deudas a instituciones estatales, clausura de comercios y hostigar a
los padres de familia para obligarles a refrenar a sus hijos, porque de
lo contrario deberán pagar multas personales cada vez que sus hijos se
manifiesten. Volvamos a recalcarlo: el objetivo de las redadas no es
restablecer el orden, ya que es de esperar que con las proximas lluvias
los disturbios se iran desgastando por si solos, sino restitur el
miedo, piedra angular de todo sistema totalitario.
Pero aunque la policía lograra reprimir este levantamiento, el desgastado mantra que Israel repite desde la anexion de Jerusalén Oriental en 1967, la "Jerusalén
unificada", ha perdido vigencia. Hoy día, no hace falta ser un
"izquierdista" para reconocer que Jerusalén esta más dividida que
nunca, que los muros invisibles entre las dos partes de la ciudad son
mas altos que los que antes dividían la ciudad y que los residentes
palestinos no están dispuestos a vivir toda la vida bajo las botas de la
ocupacion israelí. Lo paradojico es que
durante 65 años, Israel ha hecho todo lo posible para que este modelo no
funcione. Políticas municipales descriminatorias, humillaciones
y aberraciones sistemáticas, son el caldo de cultivo en el cual
crecieron los jovenes que en estos precisos momentos estan apredreando
todos los símbolos de soberania israelí que se cruza en su camino. Este estallido era de esperar. Todos aquellos que conocen la realidad en el campo, sabían
que era cosa de tiempo que se produjera la explosión: demasiados
pirómanos andan sueltos en esta ciudad como para poder evitarlo. Los
últimos acontecimientos en la Explanada de las Mezquitas, o el Monte
del Templo como lo denominan los israelíes, han agregado al conflicto
politico una dimension religiosa implacable. En estas mismas páginas de
Sinpermiso ya he escrito que Jerusalén es una
"no-ciudad", por falta de denominador común entre sus habitantes, y la
excesiva politizacion de las relaciones humanas. En un clima tan tenso
no se puede constituir una ciudad sana, un espacio en el que haya un
mínimo sentimiento de pertenecia y solidaridad. Es
por ello que el modelo de "la ciudad unificada" no tiene futuro y si
puntualmene las fuerzas polciales lograran restaurar el orden, no cabe duda que volverá a estallar.
Jerusalén
debe dividirse indefectiblemente y lo antes posible. Dada la
complejidad del entramado espacial, esta división requiere un alto
grado de creatividad y buena voluntad. Las dos partes de la ciudad estan tan entrelazadas que es casi imposible dividirla territorialmente y no hay forma de trazar una linea divisoria coherente. Es por ello que la solucion pasa por una division funcional de la ciudad, o sea, la creación de
dos municipalidades en un mismo espacio territorial: la parte
occidental se constituiría en la capital del Estado de Israel, mientras
que la parte orienal se constituirá en capital del Estado Palestino,
cuando se constituya, y ambas capitales comparartirán una ciudad
unificada, sin fronteras ni murallas que separen sus dos partes. Este
modelo organizativo puede parecer irrealizable a primera vista.
Efectivamente, es complejo y tampoco hay antecedentes de ciudades
binacionales, en las cuales funcionen dos capitales para dos naciones.
Pero el hecho de que no existan precedentes no significa que la idea
sea ilusa e imposible de ejecutar. Partiendo de la base de que no hay
otra solución factible, debemos movilizar todas nuestras energías y
creatividad para que esta fórmula sea viable.
Pero tal como hemos dicho al principio, el gobierno israelí todavía no se ha percatado de que la ciudad deberá ser dividida. Para ello, necesitamos, tal como venimos repitiendo ya hace mucho, la ayuda de la comunidad internacional. El futuro de Jerusalén es un tema demasiado importante para dejarlo en manos de los politicos israelíes.
Meir Margalit
es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, reside en Jerusalén,
donde es un activo militante del campo por la paz israelí.
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martes, 4 de noviembre de 2014
Jerusalén arde: “una ciudad, dos capitales”
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