Artículo publicado en un diario israelí, por una periodista israelí.
Haaretz
Traducido del inglés para Rebelión por J. M. |
El régimen de
Israel se basa en la apropiación de tierras y el cuidado del aparato que
sostiene el saqueo, el ejército, en el argot local.

Construcción de asentamientos ilegales en la Ribera Occidental en febrero de 2014. Foto Nimrod Glickman
Lo
sorprendente es que algunas personas todavía están haciendo
exclamaciones de sorpresa al oír otro acto exitoso de robo a mano
armada, conocido en términos burocráticos como declarar una parcela de
tierra propiedad del Estado. Parecen estar sorprendidos de que el
ministerio de Defensa se haya convertido en una prioridad cuando se
trata de los presupuestos del Estado y que la educación ha sufrido el
mayor recorte del Gobierno.
Nuestro régimen tiene tres
fundamentos: arrebatar la tierra y expulsar a los que viven en ella;
alimentar el aparato de seguridad -el ejército, en el argot local- que
asegure el saqueo y aplastar el estado de bienestar al tiempo que
destruye el principio de la responsabilidad cívica mutua.
Si no
tuviera estos tres principios fundamentales, no sería nuestro régimen.
Pero tratar estos detalles, el estupor del momento, la sorpresa, hace
que nos olvidemos de la realidad. Nos hace olvidar que se trata del
régimen.
Si tres adolescentes israelíes de Gush Etzion no hubieran
sido secuestrados y asesinados en junio, nuestros ladrones armados
habrían encontrado otra excusa para construir otro gran asentamiento y
en consecuencia crear más enclaves, jaulas a cielo abierto (otro
principio fundamental secundario de nuestro régimen) para los miembros
de la otra nación. Si la guerra en Gaza no hubiera tenido lugar, los
guardaespaldas habrían utilizado otras formas de persuadir al Gobierno
de había que llenar las arcas. Incluso sin la necesidad de llenar las
arcas de seguridad después de una operación militar, el actual Gobierno
israelí todavía habría dejado de prestar atención a los principios de
igualdad socioeconómica.
En un mundo ideal y racional, todos
los perjudicados por el régimen unirían esfuerzos para exigir cambios,
juntos. En un mundo aún más ideal y racional producirían ese cambio.
Pero en el mundo real, la carga de producir el cambio está puesta sobre
los palestinos.
Mientras tanto, hay que olvidarse de los
ciudadanos judíos de Israel (a excepción de un puñado de activistas de
izquierda). Nosotros, los judíos, nos beneficiamos con el régimen aun
cuando incrementa la riqueza para la religión de unos pocos, mientras la
mayoría está en la torpe lucha de mantenerse a flote. El estado de
bienestar sólo para judíos está vivito y coleando en lo que los colonos
llaman Judea y Samaria o Yosh, en sus siglas en hebreo.
Yosh
encarna la posibilidad de cumplir el sueño de una mejora socioeconómica
personal para todos los judíos en Israel, que sufren colectivamente de
las políticas de bienestar antisocial. Empacar y mudarse a pocos
kilómetros a los asentamientos o a pequeñas comunidades de la Galilea, y
la tendencia de los recortes de servicios sociales se revierte.
La
idea de que hay una forma rápida de cumplir el legítimo deseo de
mejorar el nivel de vida diluye el poder colectivo de los judíos para
protestar. Es exactamente así cómo se creó una alianza entre Yesh Atid,
que obtuvo su fuerza de protestas que comenzaron con el precio del queso
cottage y Habayit Hayehudi, que comercializa el sueño de casas en
Cisjordania. A esto se añade el tercer principio fundamental y vemos que
todo se vierte junto en el hormigón armado: los guardaespaldas de hoy
son los futuros directivos de empresas internacionales, fabricantes y
exportadores de armas, instructores de los ejércitos de los déspotas
multimillonarios. La misión colectiva temporal de proteger el botín del
robo (seguridad, en el argot local), asegura la prosperidad de todos los
miembros de este gremio influyente. El deseo de unirse a ella, junto
con la posibilidad de hacerlo, también neutraliza el daño causado por
las políticas de bienestar antisocial de nuestro régimen.
Los
palestinos son el único grupo del país (desde el mar hasta el río) que
se ve perjudicado por los tres principios fundamentales del régimen y
que están tratando de luchar por el cambio (para los intereses a largo
plazo de los judíos también). Normalmente quebramos esta lucha por los
detalles, que luego tanto condenamos y suprimimos: lanzamiento de
piedras, terrorismo, manifestaciones, disturbios, incitación, qassams, túneles de ataque, la ONU, cohetes, revuelta civil, infiltrados, BDS, la construcción sin permisos.
Para
el gremio de seguridad todo es igualmente peligroso, y con buena razón.
La discusión sobre las formas -la eficacia, valor y la moral de las
medidas adoptadas en la lucha- no debe hacernos perder de vista el
panorama general. Los palestinos se están defendiendo del robo estatal a
mano armada.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.613551
No hay comentarios:
Publicar un comentario