martes, 23 de septiembre de 2014

Raíces ideológicas del comportamiento israelí

Arrasamiento de la Franja de Gaza, genocidio del pueblo palestino



Luis E. Sabini Fernández

Rebelión



Imagen: http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=37850
El arrasamiento de la Franja de Gaza ha sido tal, en agosto de 2014, el daño infligido a sus habitantes, el horror disparado desde sus mortíferas armas por el ejército de ocupación de Israel, los miles de muertos en gran parte con cuerpos destrozados por bombardeos y estallidos incendiarios, los deletéreos efectos de la operación “Borde protector” han resultado inocultables (comparemos la denominación presente con la del ataque anterior, “Plomo fundido”).

Los estragos causados en las ciudades de Gaza, en las calles de estas ciudades han sido tales que se dispara casi automáticamente la imagen de cómo dejaron los nazis el Gueto de Varsovia en 1943 (y a la propia Varsovia, en 1944); calles enteras, a todo lo largo, convertidas en escombros.

Semejante “fruto” ha disparado, a la vez, inevitablemente, la comparación entre las acciones del sionismo y las del nazismo. Y una lógica tendencia a esforzarse por no aceptar semejante comparación. Al fin y al cabo, los judíos fueron brutalmente victimados por los nazis. (Uno de los resultados de tales atrocidades fue la forja institucional de conceptos como el de genocidio.)

Claro que hay síntomas más que preocupantes. Como bien dice Carolina Landsmann: “Podemos tener únicamente la esperanza que cuando sobrevenga la verdad acerca de Gaza y de nosotros mismos por entre las grietas que se revelen en la sociedad, no tengamos que descubrir que eso y no Hamas, es la principal amenaza existencial para Israel. Si logramos emerger intactos del abismo en el cual caímos este verano, no vamos a ser capaces de evitar una introspección profunda de por qué tantos ciudadanos apoyaron espontáneamente la campaña para eliminar toda posibilidad de autocrítica dentro de la sociedad israelí.” (“La verdad sobre nosotros mismos”, Ha’aretz, Tel Aviv, 25/8/2014). 


Incluso cánticos como los que jóvenes judíos festejantes coreaban en Tel-Aviv también en agosto 2014, durante los arrasadores bombardeos: “No hay escuelas en Gaza porque los niños están [todos] muertos”, nos hacen recordar las bombas para descargar en territorios palestinos durante la Operación Plomo Fundido, que llevaban irónicas dedicatorias de sonrientes niños judíos escritas en las carcasas (rúbricas cuidadosamente guiadas por adultos…)
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El vértice de la eugenesia
Hay otro aspecto altamente significativo en común entre nazismo y sionismo y que no pasa por sus relaciones directas entre sí, sino por un vénero compartido (que, veremos, no es sólo entre nazismo y sionismo, puesto que por lo menos abarca antecedentes racistas del universo anglosajón y noreuropeo).
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Sus convicciones raciales lo llevaron a excluir de la formación de lo que con el tiempo sería el fruto del sionismo, el Estado de Israel, a cuerpos biológicos impuros: “la cultura judía nueva no puede basarse en una mezcla racial amplia; una civilización no puede armarse como si fuera un mosaico, únicamente puede crecer desde una vida nacional actuante, viviente, como por ejemplo la de la cultura de los judíos del este europeo.” (ibíd.) Ruppin logró imprimir esos rasgos al E d I (en rigor, un estado poblado por jázaros).
En consonancia con tales criterios, se estima que Ruppin rechazó alrededor del 80% de los que aspiraban a inmigrar a Palestina, descartando a muchísimos candidatos considerados débiles, procurando siempre incorporar lo que Ruppin denominaba “el tipo macabeo”.

¿Ejemplo de “impureza” racial?: falashas etíopes
Una pregunta que queda en pie: si fue la huella de Ruppin la que estuvo presente, para que en los ’80, al ser recogidos y llevados a Israel los falashas etíopes (que estaban sufriendo una sequía, que generó una hambruna y una mortandad atroces), las mujeres fueran −so pretexto de controles ginecológicos− sistemáticamente esterilizadas.
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Esa indemnidad moral era la que sentían los nazis. Y el KKK, por ejemplo, cuando ejercía “justicia de masas” mediante la Ley de Lynch sobre negros por el color de su piel. Basta ver en fotos de época la satisfacción de los rostros de los “que administraban justicia” mientras las víctimas pendían, para darse cuenta de la beatitud que los embargaba.
Los verdugos pueden ser tales, porque se consideran excelentes personas, por encima de toda sospecha, de todo error, de toda… maldad.

Israel acaba de resolver hacerse cargo, por sí y ante sí, de la reconstrucción de la Franja de Gaza. Con dinerillos que pondrán la Unión Europea, el ACNUR, tal vez hasta EE.UU. Y ante ello, la pregunta es por qué tanta indulgencia hacia las atrocidades israelíes. En cualquier otro caso, quien destroza toda la infraestructura de una población (llevándose con ello miles de vidas humanas) debería, en todo caso, pagar, indemnizar. Sería impensable y hasta un poquitín macabro, que los mismos perpetradores de la matanza fueran los que la repararan.
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Negocio redondo. Deshacer un territorio, asesinar colectivamente a miles y conseguir jugosos créditos (ajenos) para rehacer lo que se ha destrozado a piacere…
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