Arrasamiento de la Franja de Gaza, genocidio del pueblo palestino
Luis E. Sabini Fernández
Rebelión
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Imagen: http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=37850 |
Los estragos causados en las ciudades de
Gaza, en las calles de estas ciudades han sido tales que se dispara
casi automáticamente la imagen de cómo dejaron los nazis el Gueto de
Varsovia en 1943 (y a la propia Varsovia, en 1944); calles enteras, a
todo lo largo, convertidas en escombros.
Semejante “fruto” ha
disparado, a la vez, inevitablemente, la comparación entre las acciones
del sionismo y las del nazismo. Y una lógica tendencia a esforzarse por
no aceptar semejante comparación. Al fin y al cabo, los judíos fueron
brutalmente victimados por los nazis. (Uno de los resultados de tales
atrocidades fue la forja institucional de conceptos como el de
genocidio.)
Claro que hay síntomas más que preocupantes. Como bien dice Carolina Landsmann: “Podemos
tener únicamente la esperanza que cuando sobrevenga la verdad acerca de
Gaza y de nosotros mismos por entre las grietas que se revelen en la
sociedad, no tengamos que descubrir que eso y no Hamas, es la principal
amenaza existencial para Israel. Si logramos emerger intactos del abismo
en el cual caímos este verano, no vamos a ser capaces de evitar una
introspección profunda de por qué tantos ciudadanos apoyaron
espontáneamente la campaña para eliminar toda posibilidad de autocrítica
dentro de la sociedad israelí.” (“La verdad sobre nosotros mismos”, Ha’aretz, Tel Aviv, 25/8/2014).
Incluso
cánticos como los que jóvenes judíos festejantes coreaban en Tel-Aviv
también en agosto 2014, durante los arrasadores bombardeos: “No hay escuelas en Gaza porque los niños están [todos] muertos”,
nos hacen recordar las bombas para descargar en territorios palestinos
durante la Operación Plomo Fundido, que llevaban irónicas dedicatorias
de sonrientes niños judíos escritas en las carcasas (rúbricas
cuidadosamente guiadas por adultos…)
--------------------------------------------------El vértice de la eugenesia
Hay otro aspecto altamente significativo en común entre nazismo y sionismo y que no pasa por sus relaciones directas entre sí, sino por un vénero compartido (que, veremos, no es sólo entre nazismo y sionismo, puesto que por lo menos abarca antecedentes racistas del universo anglosajón y noreuropeo).
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Sus convicciones raciales lo llevaron a excluir de la formación de lo que con el tiempo sería el fruto del sionismo, el Estado de Israel, a cuerpos biológicos impuros: “la cultura judía nueva no puede basarse en una mezcla racial amplia; una civilización no puede armarse como si fuera un mosaico, únicamente puede crecer desde una vida nacional actuante, viviente, como por ejemplo la de la cultura de los judíos del este europeo.” (ibíd.) Ruppin logró imprimir esos rasgos al E d I (en rigor, un estado poblado por jázaros).
En consonancia con tales criterios, se estima que Ruppin rechazó alrededor del 80% de los que aspiraban a inmigrar a Palestina, descartando a muchísimos candidatos considerados débiles, procurando siempre incorporar lo que Ruppin denominaba “el tipo macabeo”.
¿Ejemplo de “impureza” racial?: falashas etíopes
Una pregunta que queda en pie: si fue la huella de Ruppin la que estuvo presente, para que en los ’80, al ser recogidos y llevados a Israel los falashas etíopes (que estaban sufriendo una sequía, que generó una hambruna y una mortandad atroces), las mujeres fueran −so pretexto de controles ginecológicos− sistemáticamente esterilizadas.
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Esa indemnidad moral era la que sentían los nazis. Y el KKK, por ejemplo, cuando ejercía “justicia de masas” mediante la Ley de Lynch sobre negros por el color de su piel. Basta ver en fotos de época la satisfacción de los rostros de los “que administraban justicia” mientras las víctimas pendían, para darse cuenta de la beatitud que los embargaba.
Los verdugos pueden ser tales, porque se consideran excelentes personas, por encima de toda sospecha, de todo error, de toda… maldad.
Israel acaba de resolver hacerse cargo, por sí y ante sí, de la reconstrucción de la Franja de Gaza. Con dinerillos que pondrán la Unión Europea, el ACNUR, tal vez hasta EE.UU. Y ante ello, la pregunta es por qué tanta indulgencia hacia las atrocidades israelíes. En cualquier otro caso, quien destroza toda la infraestructura de una población (llevándose con ello miles de vidas humanas) debería, en todo caso, pagar, indemnizar. Sería impensable y hasta un poquitín macabro, que los mismos perpetradores de la matanza fueran los que la repararan.
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Negocio redondo. Deshacer un territorio, asesinar colectivamente a miles y conseguir jugosos créditos (ajenos) para rehacer lo que se ha destrozado a piacere…
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